Pesa sólo 20 gramos pero es uno de los migrantes más numerosos de Europa, capaz de viajar miles de kilómetros
Cada año, esta ave realiza viajes épicos, cruzando continentes para llegar a sus zonas de invernada en el África Saheliana, desde áreas de reproducción que se extienden desde Europa hasta América del Norte y Asia Central.

La collalba gris (género Oenanthe) es un pequeño paseriforme de apariencia discreta pero con un carácter extraordinario. Es una de las aves más fascinantes y resistentes que se pueden encontrar en los paisajes abiertos.
Con su nombre, que evoca la blancura de su cola y rabadilla, esta ave es mucho más que una simple habitante del cielo. Es una maestra de la adaptación, una migrante incansable y una pretendiente irresistiblemente encantadora.
Una gran migrante a pesar de su tamaño
No se deje engañar por su pequeño tamaño (unos 14.5-15.5 cm de longitud y un peso que oscila entre los 18 y los 30 gramos), la collalba gris es un gigante de la migración.
Cada año, esta ave realiza viajes épicos, cruzando continentes para llegar a sus zonas de invernada en el África Saheliana, partiendo de zonas de reproducción que se extienden desde Europa hasta Norteamérica y Asia Central.
En Europa, se encuentran principalmente durante la época de cría, a lo largo de la cordillera alpina, entre los 2,000 y los 2,500 metros, a veces hasta los 2,750, pero también a lo largo de los Apeninos, en Sicilia y Cerdeña.

Es un migrante regular y, en raras ocasiones, incluso un visitante invernal, capaz de adaptarse a diversos entornos, siempre que sean abiertos, secos y estén salpicados de posaderos naturales como rocas o arbustos.
Una apariencia que no pasa desapercibida.
La collalba gris presenta dimorfismo sexual, lo que la convierte en un ejemplar perfecto para los observadores de aves.
Si hay algo que hace inolvidable a la collalba gris, es su ritual de cortejo. El macho, tras unos elegantes saltos, se lanza en una espectacular zambullida a los pies de la hembra, desplegando sus alas y cola como un pavo real enamorado.
Este gesto, tan romántico como atrevido, es el preludio de la formación de una pareja sólida. Una vez conquistada su pareja, la hembra elige el lugar del nido —un cuenco de hojas, tallos, musgo y plumas, oculto entre rocas o en madrigueras abandonadas— donde pondrá entre cuatro y siete huevos. La reproducción, que ocurre entre abril y julio, implica que ambos padres colaboren para criar a las crías, que están listas para volar después de aproximadamente un mes.
Un cazador silencioso
Insectos, arañas y larvas son las presas preferidas de esta ave predominantemente insectívora, aunque también disfruta de algunas bayas esporádicamente. La collalba gris es una cazadora paciente.

La collalba gris pasa parte del tiempo en una roca o rama baja, observando el suelo con atención, para luego descender en picado o perseguir a su presa con vuelos cortos y rasantes. A veces, incluso se cierne sobre sus patas, una habilidad que la convierte en un depredador versátil e implacable.
¿Una especie en peligro?
A pesar de su increíble adaptabilidad, la collalba gris no es inmune a las amenazas. En Italia, la población reproductora, estimada entre 100,000 y 200,000 parejas, muestra signos de declive, principalmente debido al abandono de las prácticas agrícolas y pastorales tradicionales en las zonas montañosas.
El avance de los bosques y la reducción de los espacios abiertos están reduciendo su hábitat, aunque las parejas que anidan a mayor altitud parecen menos afectadas. Casos positivos, como la ocupación de nidos artificiales en Campo Imperatore, en Abruzzo, demuestran que, en las condiciones adecuadas, esta ave puede prosperar.