La enfermedad de Parkinson afecta a 50 de cada 100 mil mayores de 60 en México
Si bien el párkinson no tiene cura, hoy en día existen múltiples alternativas que contribuyen a controlar los síntomas, tanto terapias como fármacos. En los tratamientos multidisciplinarios se encuentran neurólogos, fisioterapeutas, psicólogos y nutriólogos.

El Parkinson es la segunda condición crónico-neurodegenerativa más frecuente que afecta la calidad de vida de las personas, sólo después del Alzheimer. Se considera que en el mundo existen alrededor de 6.3 millones de personas que viven con esta condición, que si no se detecta y trata a tiempo afecta su calidad de vida.
En el marco del Día Mundial del Parkinson se busca visibilizar esta enfermedad degenerativa para recordarle a la población que se puede tratar y controlar para mejorar la calidad de vida, no sólo de quien la padece sino de todo su entorno familiar y social.
Según estimaciones del Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía “Manuel Velazco Suárez” de la Ciudad de México, esta cantidad se incrementa conforme la edad de las personas avanza, y considerando que la pirámide poblacional está cambiando, también los casos irán aumentando de manera considerable.
Las diferentes caras de la enfermedad
Entre los síntomas del Parkinson se encuentran dos tipos. Los no motores, provocan una dificultad para realizar varias tareas al mismo tiempo por la falta de concentración y posible disminución del funcionamiento intelectual, así como insomnio, depresión, pérdida de olfato y ansiedad, síntomas característicos del Parkinson.

Y están los síntomas motores, sobre todo el más característico de esta enfermedad, que incluyen los temblores,la rigidez muscular, lentitud en los movimientos y cambios en la postura.
El abordaje y tratamiento del Parkinson debe ser multidisciplinario ya que existen diferentes terapias y tratamientos que hacen posible mejorar la calidad de vida de las personas con Parkinson, como son: terapia psicológica, farmacológica, nutricional, rehabilitación física y tecnología médica. Si bien el párkinson no tiene cura, hoy en día existen múltiples alternativas que contribuyen a controlar los síntomas.
Para los pacientes que ya han respondido a cierta medicación, pero que presentan deterioro progresivo, existe una terapia denominada: Estimulación Cerebral Profunda (DBS por sus siglas en inglés), que utiliza electrodos bidireccionales para el sensado de señales cerebrales.
El equipo multidisciplinario que trata esta enfermedad debe estar conformado por: un neurólogo especialista en Parkinson y trastornos del movimiento (quien identifica qué síntomas presenta la persona que vive con la enfermedad), un neurocirujano y un neuropsiquiatra; aunque también se necesitan otros como un nutriólogo, un fisiólogo y un urólogo.
La dieta y su papel en el tratamiento del Parkinson
La alimentación es muy importante en el Parkinson ya que hay algunos síntomas no motores gastrointestinales que afectan directamente a la forma que tenemos de masticar o comer:
- El babeo. La persona mueve menos la boca, por lo que traga menos o peor.
- La disfagia, es decir, dificultad para tragar sólidos pero también líquidos
- Cambios de peso inexplicables.
- Estreñimiento.
- Náuseas y vómitos.
Para mejorar este tipo de síntomas no basta con una dieta para enfermos de párkinson. El médico a cargo debe prescribir algunos medicamentos para estabilizar su tránsito intestinal. Otras recomendaciones son: comer cantidades pequeñas de alimentos y comer sentando mientras inclina la cabeza hacia delante.
En cuanto a nutrientes, podemos englobar cuatro de ellos que son de vital importancia para el desarrollo correcto de la enfermedad como las grasas saludables de origen vegetal como aguacate, frutos secos, pescados azules y carne blanca. Es importante evitar las comidas ultraprocesadas y fritas.
También se de evitar los azúcares, o al menos los simples como galletas con harina refinada, bolillos, panes dulces y jugos en caja. Las proteínas cobran verdadera importancia pues ayudan a formar, reparar y mantener músculos, huesos y otros tejidos. Las mejores son el pescado, huevos, legumbres, lácteos y carnes magras.