Iluminó el cielo y quemó telégrafos en 1859: el Evento Carrington y cómo podría colapsar la tecnología actual
En 1859, el Evento Carrington demostró la furia solar, quemando telégrafos. Una tormenta similar o una Eyección de Masa Coronal similar, devastaría nuestra infraestructura tecnológica global hoy en día.

El 1 y 2 de septiembre de 1859, auroras rojas y verdes, normalmente confinadas al norte, fueron vistas tan al sur como Panamá y Florida. La gente se despertó pensando que era de día, en realidad se trataba del Evento Carrington, la tormenta geomagnética más intensa registradaen la historia.
El astrónomo inglés Richard C. Carrington presenció la causa directa del evento, cuando el 1 de septiembre, observó un repentino y brillante destello de luz blanca cerca de un grupo de manchas solares en la fotosfera, diecisiete horas después, el impacto geomagnético azotó la Tierra.
Las consecuencias en la infraestructura de la época fueron dramáticas y aunque la única tecnología de comunicación existente era el telégrafo, colapsó. Las corrientes eléctricas inducidas por la tormenta eran tan fuertes que los operadores reportaron chispas y fallos en sus equipos.
Los instrumentos que medían el magnetismo terrestre también se vieron afectados cuando sus agujas se salieron de escala, confirmando una alteración masiva en el campo magnético de la Tierra, dejando en claro la fragilidad de nuestra tecnología ante la funa solar.

Si bien eventos de esta magnitud extrema, clasificados como de "Clase Carrington", suceden aproximadamente cada 500 años, tormentas menos intensas ocurren más a menudo. Eventos de la mitad de su fuerza se presentan cada 50 años, subrayando la importancia de la prevención.
El corazón de la tormenta
Las tormentas geomagnéticas, que son la causa de estos eventos dramáticos, se originan en el Sol. La actividad solar nace en capas como la fotosfera, donde aparecen áreas con intensa actividad magnética: "las manchas solares", que son cruciales, pues indican que tormentas inminentes están gestándose.
Una Eyección de Masa Coronal (CME) es una ráfaga de plasma y campos magnéticos que el Sol lanza al espacio durante una erupción solar. A diferencia de las erupciones electromagnéticas (fulguraciones), las CMEs transportan material coronal denso a través del espacio, liberando energía potencial.
Si esta ráfaga de partículas cargadas choca con la Tierra, puede distorsionar temporalmente nuestra magnetosfera, detonando una tormenta geomagnética. La intensidad se clasifica desde G1 (débil) hasta G5 (potente), de hecho, hemos visto recientemente eventos G3 y G5, como el de mayo de 2024 o el de noviembre de 2025.
Afortunadamente, la Tierra posee un escudo protector invisible y poderoso, la magnetosfera, un campo magnético, generado en el núcleo terrestre que actúa como una esfera gigante que desvía gran parte del viento solar. Sin embargo, tormentas muy intensas pueden inducir corrientes eléctricas que alcancen nuestra infraestructura.
Un mundo hiperconectado
Si un evento Carrington sucediera hoy, podría provocar apagones eléctricos continentales, con daños que tardarían semanas o más en repararse. Una tormenta de tal magnitud generaría corrientes inducidas miles de veces superiores a las normales, sobrepasando las protecciones de la red.
Los satélites que orbitan la Tierra son extremadamente vulnerables al clima espacial y pueden sufrir sobrecargas eléctricas, lo que interfiere con sus operaciones, alterando la precisión de sistemas como el GPS. La pérdida de satélites Starlink en 2022, confirman que ni la tecnología moderna está a salvo.

Las tormentas geomagnéticas pueden degradar las señales GPS y afectar severamente las comunicaciones por radio, teléfono y televisión. Además, los cables submarinos, que son las arterias de Internet global, podrían sufrir fallos prolongados si las corrientes inducidas son extremas.
El impacto de un evento severo sería global, afectando simultáneamente redes eléctricas, satélites de Internet y operaciones logísticas. Aunque un apagón digital total es improbable, las fallas regionales serían severas, interrumpiendo vuelos, banca electrónica y operaciones logísticas por días o semanas.
Preparación y consecuencias
La vigilancia continua y los sistemas de alerta temprana son fundamentales para mitigar los riesgos inminentes. Agencias como la NOAA y el SWPC monitorean el Sol en tiempo real, permitiendo a operadores de redes y satélites tomar precauciones con horas o días de anticipación.
Para proteger la infraestructura, los operadores pueden adoptar protocolos de mitigación reduciendo la carga, aislando transformadores o colocando satélites en modo seguro. Por ejemplo, la NASA puede apagar instrumentos en naves espaciales durante las tormentas para prevenir daños.
La consecuencia más visible y hermosa de estas tormentas solares es la aparición de auroras boreales y australes, un verdadero espectáculo celestial. Se forman cuando las partículas solares cargadas eléctricamente chocan con la atmósfera, siendo canalizadas por el campo magnético terrestre.
Cuando la tormenta es potente, como en el caso de eventos G3 o G5, las auroras pueden verse en latitudes inusualmente bajas. Se han reportado avistamientos que sorprendieron a observadores en el norte y centro de México e incluso en Florida, un regalo celestial digno de fotografía.