Los “puntos de leopardo” de Marte podrían ser la pista más prometedora de vida hasta ahora, afirman astrónomos

El rover Perseverance halló "puntos de leopardo" en Marte, nódulos y frentes de reacción con fosfatos de hierro, sulfuros y materia orgánica que sugieren posibles reacciones biológicas antiguas en el cráter Jezero.

Concepción artística de un rover explorando Marte.

La misión Perseverance de la NASA continúa su labor explorando el cráter Jezero en Marte y buscando signos de vida pasada, recolectando muestras esenciales para traerlas de vuelta a la Tierra.

Un entorno, que alguna vez fue un lago, ha revelado rocas sedimentarias e ígneas que nos narran la fascinante historia geológica temprana y potencial habitabilidad del planeta rojo. El área de la formación Bright Angel, ubicada dentro del valle Neretva, se ha convertido en un punto focal de investigación.

En esta zona el rover encontró lodolitas con patrones muy peculiares: unos puntos que, al ser examinados con instrumentos como WATSON, revelan anillos oscuros y centros más claros, semejantes a las motas de un felino terrestre capturadas en la roca.

Con tamaños de unos 200 micrómetros a un milímetro de diámetro — comparables al grosor de un par de cabellos humanos — con forma circular o crenulada (ondulada), indica que no fueron partículas depositadas, sino estructuras que se formaron químicamente in situ después de que el sedimento se consolidara.

Cataratas Cheyava con marcas similares a manchas de leopardo. Imagen fue captada por el instrumento WATSON del rover Perseverance de la NASA el 18 de julio.

Estos puntos son cruciales porque contienen una combinación específica de minerales como fosfatos y sulfuros de hierro, y materia orgánica en las cercanías. Asociación vital, ya que la presencia de carbono orgánico parece haber impulsado reacciones químicas de reducción y oxidación (redox) posteriores a la deposición del sedimento original.

Una receta (química) no tan secreta

Los bordes oscuros o anillos de estos distintivos "puntos de leopardo" han resultado estar notablemente enriquecidos en hierro (Fe), fósforo (P) y zinc (Zn) en comparación con la lodolita circundante; lo que sugiere que se trata de minerales de fosfato de hierro, como la vivianita, o sus productos alterados por oxidación.

Por otro lado, los núcleos de estos frentes de reacción albergan una alta concentración de azufre (S), hierro (Fe), níquel (Ni) y zinc (Zn); mezcla de elementos que apunta a la posible presencia de greigita, un mineral de sulfuro de hierro. La vivianita y la greigita coexisten en estos pequeños microcosmos rocosos, señalando una historia química compleja.

Lo que hace aún más especial este hallazgo es la detección de materia orgánica en las lodolitas circundantes, confirmada por el instrumento SHERLOC. Esta materia, que contiene carbono, pudo haber interactuado con los sedimentos de óxido de hierro y fosfato, propiciando estas reacciones de reducción mineral a bajas temperaturas.

De hecho, existe una relación inversa entre la abundancia inferida de vivianita y greigita, y el estado de oxidación de la roca. Donde hay más de estos minerales, la lodolita pierde su color rojo; un fenómeno de blanqueamiento que ocurre cuando el hierro férrico se reduce, similar a cuando una mancha de óxido desaparece.

Batalla entre lo abiótico y lo biológico

En la Tierra, la formación de vivianita (fosfato de hierro ferroso) y greigita (sulfuro de hierro) a bajas temperaturas se asocia frecuentemente con procesos biológicos. Específicamente, son subproductos de microorganismos que utilizan el hierro o el sulfato para "respirar" y consumir materia orgánica.

Estas estructuras marcianas guardan similitud con las manchas de reducción que vemos en rocas de la Tierra, o con los halos de reducción que se forman en sedimentos marinos modernos. Por esta razón, y dada la presencia de agua y materia orgánica, los "puntos de leopardo" han sido catalogados como posibles biofirmas potenciales.

Planeta Marte y sus características superficiales.

Sin embargo, la ciencia rigurosa nos obliga a considerar la "hipótesis nula", es decir, que estos minerales se pudieron formar por reacciones puramente abióticas. Se sabe que el carbono orgánico pueden disolver el óxido de hierro férrico de forma no biológica, reduciéndolo a hierro ferroso a temperaturas entre 10 y 80 °C.

Aunque la materia orgánica abiótica — ya sea de origen marciano o exógeno — pudo haber existido en Jezero, generar sulfuro de forma abiótica para formar greigita presenta mayores desafíos. La reducción de sulfato sin ayuda biológica requiere temperaturas elevadas (más de 150-200 °C) y condiciones que no parecen haberse cumplido en la formación Bright Angel.

El retorno de Sapphire Canyon

Determinar si estos fascinantes procesos de reducción fueron biológicos o no, es imposible sólo con la instrumentación actual de Perseverance en Marte. La clave para resolver este enigma y confirmar el origen de los minerales, texturas y compuestos orgánicos yace en traer las muestras a laboratorios terrestres de alta sensibilidad.

Afortunadamente, Perseverance recolectó una muestra de roca crucial, denominada ‘Sapphire Canyon’, tomada justo en el mismo bloque donde se analizó el "punto de leopardo" más distintivo. Esta muestra representa la mejor oportunidad para realizar mediciones que resuelvan si el origen es inanimado o biológico.

El estudio en la Tierra nos permitirá examinar detalladamente los procesos abióticos y biológicos que dan lugar a estos minerales. El regreso de la roca, como parte de las misiones de retorno de muestras, es esencial para confirmar si Marte albergó vida microbiana cuando Jezero era un lago habitable.

Los puntos de leopardo son la evidencia geoquímica más prometedora hasta la fecha y un desafío para las investigaciones, pues cumplen con las características que definen una biofirma potencial pero no son prueba definitiva de vida. Veremos más adelante si el cráter Jezero nos revelará la historia acuática y habitable de Marte.

Referencia de la noticia:

Redox-driven mineral and organic associations in Jezero Crater, Mars. Hurowitz, J.A., Tice, M.M., Allwood, A.C. et al. Nature 645, 332–340 (2025).