Adaptar nuestras ciudades a los extremos climáticos: ¿Es este desafío urgente realmente tan complejo de lograr?

Cuando llegan las olas de calor, se hace evidente la urgencia de repensar las ciudades. Pero entre el conocimiento científico y las decisiones políticas, la adaptación urbana requiere mucho más que una simple capa de pintura verde.

Adaptar nuestras ciudades a los extremos climáticos requiere delicadeza. Requiere combinar la climatología, la planificación urbana, la selección de especies vegetales y la gestión de recursos.
Adaptar nuestras ciudades a los extremos climáticos requiere delicadeza. Requiere combinar la climatología, la planificación urbana, la selección de especies vegetales y la gestión de recursos.

Hoy en día, más de la mitad de la población mundial vive en zonas urbanas, cifra que se prevé que alcance el 70 % para 2050. Estas zonas representan el 75 % de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. La alta densidad de población, los edificios masivos y la intensa actividad generan microclimas muy específicos, muy diferentes de los del campo. Estos microclimas urbanos se caracterizan por temperaturas más altas, especialmente durante la noche, un fenómeno conocido como isla de calor urbana.

En París, por ejemplo, el centro de la ciudad es, de media, 2.5 °C más cálido que sus alrededores rurales, y esta diferencia puede alcanzar los 8-10 °C en algunas noches. Este fenómeno se explica por la impermeabilidad del suelo, la alta capacidad térmica de los edificios, que almacenan calor y lo liberan lentamente, así como por las fuentes de calor antropogénicas (aire acondicionado, transporte, calefacción).

Plantas urbanas: ¿Son en realidad un aliado?

Una de las palancas más prometedoras para mitigar las olas de calor en las ciudades es la ecologización. La naturaleza urbana es más que un simple adorno: árboles, arbustos, césped y techos verdes desempeñan un papel fundamental en la regulación térmica. Dos mecanismos principales contribuyen a este enfriamiento.

Primero, la evapotranspiración, que corresponde a la transformación del agua absorbida por las plantas en vapor, liberando frescura al aire. Segundo, la sombra que proporcionan las hojas y las ramas reduce la absorción directa del calor solar por el suelo y los edificios. En conjunto, estos efectos pueden reducir la temperatura percibida por los peatones hasta en 12 °C en algunos barrios.

Sin embargo, esta efectividad varía en función de varios factores: la altura de los árboles, la densidad del follaje, la estructura urbana circundante e incluso la hora del día. Durante el día, la evapotranspiración y la sombra suelen colaborar para enfriar la ciudad. Pero por la noche, esta colaboración puede convertirse en antagonismo: las densas copas de los árboles pueden atrapar el calor y aumentar las temperaturas locales, un fenómeno que se amplifica durante las olas de calor extremas.

Si bien la revegetación sigue siendo un medio natural y eficaz de adaptación, no está exenta de limitaciones. Requiere un mayor mantenimiento, puede exacerbar la presión sobre los recursos hídricos y, además, afecta la calidad del aire. El proyecto InteGREEN, lanzado en 2025, trabaja para comprender mejor estas ventajas y desventajas con el fin de orientar las decisiones óptimas de revegetación.

Olas de calor: un rompecabezas para las estrategias urbanas


El estudio realizado en Shanghái en 2024 ilustra claramente esta complejidad. Con temperaturas normales de verano (<30 °C), las plantas optimizan su refrigeración mediante la evapotranspiración, especialmente por la mañana.

Pero durante fenómenos extremos, el aire seco (déficit de presión de vapor) provoca que las plantas cierren sus estomas, los poros esenciales para la transpiración, lo que reduce drásticamente su capacidad para enfriar el aire, a veces hasta en un 30 %. Paradójicamente, el sombreado continúa intensificándose hasta el mediodía, pero puede acentuar la retención de calor por la noche.

Otro factor a considerar: la impermeabilidad del suelo y la presencia masiva de superficies de hormigón limitan no solo la infiltración de agua, sino también el enfriamiento natural por evaporación. Este doble efecto exacerba la distribución espacial de la isla de calor y hace que algunas zonas urbanas sean más vulnerables que otras.

¿Modelización para una mejor planificación?

Los científicos trabajan arduamente para mejorar los modelos climáticos urbanos y así afrontar estos desafíos. Los modelos actuales son capaces de representar con precisión la dinámica de los microclimas a escala de barrio. En Paris-Saclay, por ejemplo, la integración de datos satelitales con observaciones locales enriquece estos modelos, que tienen en cuenta no solo la densidad y la altura de los edificios, sino también sus propiedades térmicas.

El proyecto CORDEX, coordinado por el Programa Mundial de Investigación Climática (PMIC), tiene como objetivo evaluar la complejidad necesaria para simular con precisión el ciclo del agua y los extremos urbanos, como las olas de calor. Estas herramientas pueden simular diferentes escenarios: aumento de espacios verdes, eliminación de la impermeabilidad del suelo, cambio de altura de los edificios, etc., todos ellos factores clave para una mejor adaptación de nuestras ciudades.

Referencia de la noticia

Ma, W., Yu, Z., Chen, J., Yang, W., Zhang, Y., Hu, Y., Shao, M., Hu, J., Zhang, Y., Zhang, H., & Yang, G. (2025). What drives the cooling dynamics of urban vegetation via evapotranspiration and shading under extreme heat? Sustainable Cities and Society, 130. https://doi.org/10.1016/j.scs.2025.106659

Université Paris-Saclay. (2025, 2 juillet). Mieux comprendre les microclimats urbains : un défi pour faire face au changement climatique dans les villes (L’Édition, n° 27).