Materiales que se degradan con sal y bacterias: el avance científico que podría salvar los océanos
Nuevos materiales que se degradan con sal y bacterias que prometen reducir la contaminación plástica en los océanos. Un avance científico que abre posibilidades, pero el reto ambiental sigue siendo humano.
Durante años, el plástico ha llegado al océano sin pedir permiso. Flota, se hunde, se fragmenta. No siempre lo vemos, pero está ahí: en las redes, en los estómagos de los peces, en partículas microscópicas que, lamentablemente, ya forman parte del paisaje marino.
¿La solución? Recoger lo que ya ensuciamos o, llámenme loca, ¿qué tal si no ensuciamos en primer lugar? Pues ha habido limpiezas costeras, barreras flotantes, campañas de reciclaje. Necesarias, sí; suficientes... no. Y mientras limpiamos poco, ensuciamos a ritmo de toneladas y seguimos produciendo materiales pensados para durar más que los ecosistemas que los reciben.
En ese contexto, la comunidad científica comenzó a cambiar la pregunta. Ya no es solo cómo retirar el plástico del océano, sino cómo diseñar materiales que no se conviertan en un problema cuando, ¿inevitablemente?, lleguen a él.
En ese giro conceptual, un equipo de investigadores japoneses ha desarrollado un plástico revolucionario que se disuelve completamente en agua de mar en cuestión de horas. Ciencia hecha a base de química, microbiología, ingeniería de materiales... y soluciones basadas en la naturaleza.

Hoy, algunos de esos desarrollos ya no viven solo en el laboratorio como ideas futuristas. Empiezan a demostrar que es posible fabricar objetos útiles, resistentes y funcionales… que desaparecen cuando llegan al mar. Así que hablemos de la ciencia detrás, pero también de corresponsabilidad.
El mito de la "descomposición del plástico"
¿La verdad? La mayoría de los plásticos no se descomponen, al menos no en el sentido biológico o químico clásico. No, el ambiente no los "digiere" de forma natural, más bien se empacha. Y lo hace durante siglos mientras el plástico persiste.
El plástico no desaparece, solo se vuelve invisible al ojo humano. Lo que sí ocurre es fragmentación: el plástico se rompe en piezas cada vez más pequeñas debido a la exposición al sol, el oleaje y el desgaste mecánico. Así pasa de trozos a microplásticos, luego a nanoplásticos, y termina siendo miles de veces más delgado que un cabello humano… y capaz de entrar en casi todo.
Pero el polímero sigue ahí, y esas minipartículas entran en la cadena alimentaria, se acumulan en sedimentos, interactúan con tejidos vivos e incluso transportan contaminantes. El problema del plástico no se resuelve, se multiplica con el tiempo.
De plásticos y mares
Uno de los avances más llamativos llega desde Japón, atacando la problemática persistencia del plástico actual. Se trata de un esfuerzo conjunto entre el Centro de Investigación RIKEN, en colaboración con la Universidad de Kobe y la de Tokio.
Los investigadores desarrollaron un material con propiedades similares a las de los plásticos convencionales: resistente, moldeable, estable durante su uso. Pero tiene una diferencia clave. Cuando este material entra en contacto con agua de mar, se desintegra por completo en cuestión de horas.
La clave no está en que “se diluya”, sino en cómo está construido. Es un plástico supramolecular, formado por enlaces iónicos reversibles, que en ambientes cotidianos son estables, pero en presencia de altas concentraciones de sal, como las del océano, se rompen.
El material pierde su estructura y se separa en componentes simples, sin formar microplásticos, que luego pueden ser procesados por bacterias marinas. En ensayos de laboratorio, un pequeño trozo de este material desapareció después de apenas una hora de agitación en agua salada, sin dejar residuos ni microplásticos.
Microbios “golosos”
Pero la química no trabaja sola. En paralelo, la biología aporta otro frente igual de prometedor. Diversos estudios muestran que ciertas bacterias son capaces de degradar polímeros plásticos, utilizándolos como fuente de carbono o energía. No es un proceso rápido en la naturaleza, pero puede acelerarse si el material está diseñado para facilitarlo.
No se trata de soltar bacterias al océano, sino de crear materiales que, al fragmentarse, entren en un circuito biológico que ya existe. Así, si un residuo llega al mar, no se queda inerte durante décadas o siglos de "descomposición" natural, sino que puede convertirse en alimento bacteriano.
Más allá del “biodegradable” de etiqueta
Durante años, el término “biodegradable” se ha usado con ligereza. Muchos plásticos etiquetados así solo se degradan en condiciones industriales muy específicas y no en el océano. Algunos se fragmentan, pero no desaparecen. Otros requieren altas temperaturas o tiempos prolongados.
Estos nuevos materiales proponen un enfoque diferente. Están pensados específicamente para el ambiente marino. Responden a la sal, a la humedad, a la química real del océano, sin liberar sustancias tóxicas ni dejar residuos persistentes. Además, varios de estos polímeros pueden reciclarse antes de degradarse.
¿La solución definitiva?
Estamos lejos de ser definitivos. Ante estos nuevos descubrimientos, la producción a gran escala, los costos, la durabilidad en distintos usos y la sustitución real de los plásticos convencionales siguen siendo retos enormes. Ningún material, por sí solo, va a limpiar los océanos.
Pero estos avances demuestran que el diseño del material importa tanto como su gestión. No todo plástico tiene que ser eterno, podemos pensar objetos con fecha de caducidad ambiental.
Quizá el futuro no sea un océano libre de materiales humanos, sino uno donde lo que llega se integre, se transforme y desaparezca sin dejar cicatrices. Y en ese futuro, la sal, las bacterias y un poco de ingeniería bien pensada podrían ser aliados inesperados. Pero, dejémoslo claro: no es responsabilidad del mar ni de las bacterias limpiar nuestro desastre.
¿Dónde queda el nosotros? ¿Seremos capaces de pensar un futuro donde, para empezar, contaminemos menos? Aplaudo los avances en ciencia, pero este mundo necesita también avanzar en humanidad. Podemos sumar aliados, sí, pero la responsabilidad sigue siendo nuestra. Ningún avance científico debería convertirse en coartada para seguir ensuciando ni en excusa para no cambiar.
Referencias de la noticia
Bacterias golosas, sal y bambú: prometedoras soluciones al problema de los plásticos. 22 de diciembre de 2025. José Manuel Torralba. Publicación en The Conversation.
Scientists in Japan develop plastic that dissolves in seawater within hours. 4 de junio de 2025. Irene Wang. Publicación en Reuters.
Biosynthesis of 2,5-pyridinedicarboxylate from glucose via p-aminobenzoic acid in Escherichia coli. Noviembre de 2025. Akinobu Katano, Ayana Mori, Daisuke Nonaka et al. Metabolic Engineering Vol. 92.