El escarabajo que parece tener caligrafía en las alas: así es el sorprendente Calligrapha
En las alas del Calligrapha, la naturaleza parece jugar con finos trazos. Entre ciencia, arte y equilibrio ecológico, su historia nos recuerda que la evolución también escribe con belleza.

Más allá de escribir, caligrafía implica dar atención a la forma, el trazo y la belleza del texto, explotando la expresión creativa y poniéndole ese toque propio. Cada estilo caligráfico (árabe, chino, gótico, maya, etc.), es reflejo de la cosmovisión de un pueblo. Incluso, la forma de las letras es un lenguaje estético que transmite valores, espiritualidad y creatividad.
Aunque usemos más los teclados, la caligrafía no pierde estatus, conservando ese toque individual, esa huella personal de quien escribe. Y, por supuesto, la naturaleza tiene su propio estilo. Si prestas atención, entre senderos boscosos de América, en temporada de lluvias, relucen pequeños brillos metálicos sobre las hojas, regalando patrones tan delicados como sacados de un códice antiguo.
Y así sorprende Calligrapha, un género de escarabajos conocido por sus distintivos— y a menudo elaborados— patrones, que evocan los más finos trazos de la caligrafía humana. Una joya natural que atrae incluso a quienes jamás han sentido curiosidad por los insectos, con su escritura viva creada a ritmo de trazos por la evolución.
A lo largo de la historia, hemos curioseado con mensajes ocultos en la naturaleza. Buscamos leer los anillos de los árboles o interpretamos los dibujos en las alas de una mariposa. Pero el Calligrapha realmente carga trazos en sus alas. Algunos amantes de la jardinería incluso comentan que si conectas los puntos de su patrón, uno podría “leer ‘wow’ sobre su espalda”.
¡Y sí que se llevan un Wow! Altamente fotogénicos y portadores de un mensaje único, estos escarabajos traducen, y deleitan, en colores vivos años de evolución y adaptación natural. Una interpretación poética que se ha popularizado y con la que introducimos esta nota sobre escarabajos y el arte caligráfico natural.
Nomen omen: el nombre es un presagio
El término Calligrapha proviene del griego kallos (belleza) y graphein (escribir), un nombre que ya anticipa lo que distingue a este tipo de escarabajos. Pertenece a la familia de los crisomélidos (Chrysomelidae), un grupo enorme de escarabajos fitófagos, es decir, que se alimentan principalmente de hojas.
Este género fue descrito por primera vez en el siglo XIX, y hoy se conocen más de 80 especies distribuidas en todo el continente americano, desde Canadá hasta Argentina. La mayoría habita en zonas boscosas y praderas, y aunque son de tamaño pequeño (generalmente miden entre 9 y 12 mm de longitud), destacan por el contraste de sus colores.
Algunas especies tienen solo hembras, y en al menos siete se ha documentado reproducción parthenogenética (las hembras ponen huevos sin fertilización y los descendientes son clones de la madre). Esta característica ha alimentado mitos populares sobre "autocreación", origen mágico o conceptos de “mujer-creadora”.
Para los coleccionistas de insectos, un Calligrapha es casi una joya natural. No tanto por rareza, sino por el diseño. Cada especie tiene variaciones únicas.
Códice de bolsillo
La apariencia de un Calligrapha es tan llamativa que, a primera vista, parece un dibujado a mano. Sus alas se caracterizan por un fondo con brillo metálico —blanco, amarillento, verdoso o rojo— y patrones oscuros que recuerdan a letras góticas o símbolos orientales. Un códice en miniatura, donde arte y evolución se confunden en un mismo trazo.
Pero el diseño de sus alas no es un capricho estético. Los patrones oscuros sirven como camuflaje para confundir a depredadores, mezclándose entre sombras y manchas de vegetación. A veces, las formas pueden simular ojos o manchas irregulares que desorientan a aves e insectos cazadores.

Un combo único de belleza y diversidad biológica. Su distribución geográfica es tan amplia que se han encontrado especies tanto en bosques templados de Norteamérica como en selvas tropicales de Centroamérica y Sudamérica. En México, varias especies son frecuentes en regiones con gran diversidad de flores (les encantan los girasoles), siendo parte del patrimonio natural del país.
Belleza y función ecológica
Los patrones y tonalidades cumplen funciones ecológicas distintas: camuflaje, termorregulación o advertencia. En regiones húmedas predominan las especies con tonos más oscuros, mientras que en zonas soleadas las tonalidades claras permiten reflejar la luz y evitar el sobrecalentamiento. En general, los Calligrapha se adaptan y buscan mimetizarse con la vegetación local.
Algunas especies de Calligrapha son altamente selectivas con su alimentación y dependen casi exclusivamente de un solo tipo de planta. Por ejemplo, ciertas variedades prefieren los girasoles (C. Helianthus), mientras otras se alimentan de dalias, sauces o frijoles. Esa estrecha relación planta-insecto hace que sean buenos indicadores ecológicos: su presencia habla del estado de la vegetación.
Mientras algunas especies específicas se consideran plagas agrícolas como (C. exclamationis en girasoles en Norteamérica), otras se han usado como agentes de control biológico para ciertas malezas (como C. bicolorata en la India o C. suturalis en Rusia). Su relación con las plantas es clave para la dinámica de los ecosistemas.
Así, al ser herbívoros, los Calligrapha participan en el ciclo ecológico regulando el crecimiento de ciertas plantas. Aunque pueden considerarse plaga en cultivos específicos, al masticar los tejidos foliares, su impacto rara vez es devastador; más bien forman parte del delicado equilibrio de los ecosistemas.
Lo que para nosotros es belleza escrita en las alas, para la naturaleza es supervivencia y equilibrio ecológico. Y esa doble función —ecológica y estética— evidencia cómo la evolución incluso crea arte sin proponérselo.