El espectáculo natural que transforma Ciudad de México: así lucen las jacarandas en Reforma, Alameda y Coyoacán
Cada año, las jacarandas envuelven a CDMX en un poema morado. Aunque últimamente, sus flores se adelantan a la primavera. Un hanami capitalino mezclado con cambios del clima y botánica.

Llueven pétalos morados, y pareciera que la ciudad va más lento, más callada. Calles teñidas de violetas y violáceos, cielos interrumpidos bajo ramas florecidas. Las jacarandas tienen esa sutileza que absorbe y saca poesía hasta del caos chilango. Huele a primavera.
Entre concreto, prisas y tráfico, estos árboles florecen pintando avenidas, parques y barrios. Tan CDMX, tan de estación, las jacarandas destilan una extraña y cautivadora forma de pertenencia. Generalmente de marzo a abril, estallan en flor, transformando la ciudad en escenarios dignos de postal.
Aunque los últimos años pareciera que se les contagiaron las prisas capitalinas y florecen antes de tiempo. Ya en febrero se asoman y cautivan. A destiempo, retadoras, tiñendo en morado al invierno mismo.
¿Qué hay detrás del ciclo de floración de estos árboles? El clima también mueve los hilos tras el morado capitalino. Descubre qué ha pasado en los últimos años y lugares emblemáticos para disfrutar de las mejores postales de la primavera capitalina.

De violetas y violáceos
De climas subtropicales, como en Argentina y Brasil, provienen las jacarandas. Con la primavera, estos árboles comienzan a producir racimos—o panículas— de flores con forma acampanada y de un atractivo color azul-violeta. Su atractivo le otorgó visa ornamental para distribuirse por el mundo. Y así, del sur, llegó a vestir de morado a México.
Cuando definimos el color de un objeto, se debe a la presencia de sustancias dentro de este que absorben ciertas partes de la luz blanca y reflejan el resto. En la flor de la jacaranda, su tono particular se debe a moléculas denominadas antocianinas. Y así, se vierte el violeta y el morado por la capital.
Florecer a destiempo
El cambio climático viene desdibujando las estaciones. Las jacarandas "duermen" durante períodos frescos y florecen con el aumento de calor. Pero con inviernos cada vez más cálidos, despiertan antes, confundidas y la floración se acelera. Los últimos años CDMX —México y el mundo— se ha calentado más de lo habitual, y ya desde febrero se asoma el morado de la jacaranda.
Cada vez más estudios en México y el mundo documentan que el cambio climático está alterando el ritmo natural de la vegetación, provocando floraciones adelantadas, desincronización con polinizadores y otros impactos ecológicos
Los cambios a escala local también juegan con las jacarandas. En zonas densamente urbanizadas, como CDMX, el concreto y el asfalto absorben y retienen calor, elevando la temperatura local. Así, en avenidas como Reforma o Insurgentes, las jacarandas pueden recibir señales térmicas antes que las de zonas más arboladas.

Postales en flor
Hanami es la tradición japonesa de contemplar las flores, especialmente las de cerezo (sakura), en época de floración. Un término asiático que se me hace global, y a la vez muy nuestro cuando de jacarandas se trata.
Reforma: violeta entre caos
Como entretejiendo historia y modernidad, relucen las jacarandas en Paseo de la Reforma. Desde el Castillo de Chapultepec hasta el Ángel de la Independencia, el violeta se derrama entre torres de cristal, ciclovías y el bullicio del tráfico.
Cada año, los árboles alineados sobre el camellón parecen desafiar a una ciudad siempre acelerada. Allí, los pétalos caen y ralentizan las prisas de la urbe. Unos se detienen para tomar una foto, hay quien solo mira, y se deja atravesar por la belleza efímera. Una calma que recarga de energía.
Alameda Central: silencio bajo sombra morada
En la Alameda Central se florece distinto. No grita color, lo susurra. Las jacarandas aquí conviven con fuentes, bancas, historia y monumentos que han visto pasar siglos. A un costado del Palacio de Bellas Artes y del Hemiciclo a Juárez, las flores moradas adornan la antigüedad y tiñen de calma los pasos de oficinistas, turistas y vendedores ambulantes.
Los pétalos se vuelven alfombra violeta, y el corazón de la ciudad late más lento, envuelto en su susurro morado. Entre palomas, libros y música callejera, las jacarandas parecen celebrar la ternura de lo cotidiano.

Coyoacán: bohemia en flor
En Coyoacán, las jacarandas no se alinean, serpentean. Acompañan callejones, plazas y cafés. Forman parte del alma del barrio. Frente a la Casa Azul, en el Jardín Centenario o en los alrededores de la iglesia de San Juan Bautista, se mezcla púrpura con risas, aromas y recuerdos.
Aquí, las jacarandas no solo embellecen: habitan, conversan con los colores de las casas, con los vendedores de nieves, con los paseos de domingo. Hace parte del ritual bohemio en uno de los lugares más entrañables para ver florecer la ciudad.
Un hanami tan nuestro, tan de México. Belleza del sur que llegó devolviendo algo de aire a una ciudad que a veces olvida cómo respirar. Dicen que cuando cae una flor de jacaranda, es porque entendió algo del viento. Démonos el tiempo de respirar y deslumbrarnos con ese morado que se toma la ciudad y la tiñe de promesas... y renovación.