El impacto oculto: la crisis climática es la peor emergencia de salud del siglo

La crisis climática no es un problema del futuro ni un riesgo abstracto. Está enfermando, desplazando y afectando a millones hoy. Más calor, más enfermedades y sistemas médicos al límite.

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El aire que respira el 99 % de la población mundial alcanza niveles considerados inseguros por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

El calor no se ve, pero se siente. Hay épocas en las que medio vecindario anda buscando sombra como quien busca señal de Wifi. Hay quienes no tienen acceso a agua fresca, quienes sufren bajo fuertes olas de calor, quienes padecen horas de espera interminable en un hospital. Y a veces no nos alcanza ni el aire, ni el espacio, ni el personal.

El cambio climático afecta la salud humana al intensificar eventos meteorológicos extremos, aumentar el calor y la contaminación del aire, favorecer pandemias y brotes de enfermedades, agravar la malnutrición por inseguridad alimentaria y generar mayor angustia y estrés en la población.

La pandemia de COVID-19 dejó claro que seguridad y cobertura sanitarias van de la mano para proteger a todo el mundo, en todas partes. Desde 2017, cada 12 de diciembre, se conmemora el Día Internacional de la Cobertura Sanitaria Universal. Pero la pregunta ya no es solo sobre acceso a la atención médica.

Ahora toca cuestionar cuánta presión extra soporta el sistema de salud en un planeta que se calienta, en un clima que cambia. La emergencia climática no solo derrite glaciares, también agota capacidades hospitalarias, aumenta enfermedades y desborda servicios.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) lo resume claramente. La crisis climática es la mayor amenaza para la salud humana del siglo XXI. Más de 3.5 mil millones de personas viven en regiones altamente vulnerables al cambio climático, y los eventos extremos ya provocan cientos de miles de muertes cada año por calor, contaminación, desnutrición o enfermedades.

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Los países deben incorporar la salud en cada paso de sus medidas de mitigación, preparación y adaptación al cambio climático.

Por eso, para hablar de cobertura sanitaria universal en 2025, urge pensar en la atmósfera. Si no integramos la crisis climática en la agenda de salud, la emergencia seguirá creciendo.

Emergencia climática

El reporte de la revista especializada The Lancet, en 2024, mostró que el número de días con riesgo extremo de calor ha aumentado más de un 50 % en las últimas décadas; la exposición humana a incendios forestales se ha duplicado desde 2001, y la mortalidad asociada a olas de calor alcanzó niveles récord en 2022 y 2023. ¿Lo peor? Todo indica que las cifras seguirán creciendo.

Los fenómenos meteorológicos extremos, como las tormentas, las inundaciones y los desprendimientos de tierras, han causado más de 2 millones de muertes entre 1970 y 2021, y más del 90 % se produjeron en países de bajos y medianos ingresos.

El calor extremo es, quizá, el riesgo más subestimado. En 2023 se perdieron cerca de 50,000 vidas en Europa a causa del calor extremo. De mantenerse la trayectoria actual, en 2100, unas 2,000 millones de personas estarán expuestas a un calor intenso. Las ciudades, convertidas en islas de calor, se vuelven trampas silenciosas para los más vulnerables.

A esto sumémosle la contaminación del aire. Las partículas finas (PM2.5) causan más de 4 millones de muertes prematuras cada año. Y el cambio climático agrava este escenario con incendios forestales más frecuentes, sequías más prolongadas y al favorecer la formación de ozono troposférico, un irritante respiratorio potente que dispara las alertas de contingencia cada año.

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Los incendios forestales suponen un riesgo extremo para la salud humana. En 2023, las llamas consumieron una superficie equivalente al doble del tamaño de México.

Las enfermedades transmitidas por vectores también están en auge. El mosquito Aedes aegypti, transmisor de dengue, chikungunya y zika, sobrevive hoy donde antes no podía. En América Latina, 2023 y 2024 marcaron récords históricos de dengue. Temperaturas más altas aceleran el ciclo de vida del vector y acortan el período de incubación del virus, aumentando así el riesgo de transmisión.

Sistema de salud versus clima

Ya los sistemas de salud del mundo operan, en muchos casos, al límite de su capacidad. Y la presión adicional del clima los desborda. Olas de calor que saturan urgencias; tormentas intensas que inundan hospitales, destruyen infraestructura y dejan comunidades aisladas; cortes de energía que afectan desde quirófanos hasta bancos de sangre y unidades de cuidados intensivos.

Y el problema no es solo físico, también es humano. La falta de personal, el agotamiento laboral, la migración de profesionales de salud y no contar con recursos suficientes para ampliar capacidades, empeoran el panorama. Ante un desastre, los servicios deben atender emergencias mientras siguen atendiendo enfermedades crónicas, vacunación, embarazos y otras necesidades esenciales.

En contextos de vulnerabilidad muy alta, zonas rurales, asentamientos informales, regiones con pobreza extrema, el impacto se amplifica. Una inundación puede destruir el único centro de salud disponible. Una ola de calor prolongada puede agotar medicamentos esenciales. Una sequía severa puede comprometer la seguridad alimentaria y nutricional de miles de familias.

Cobertura Sanitaria Universal y resiliencia climática

La Cobertura Sanitaria Universal no solo significa el acceso económico a los servicios de salud. También implica que los sistemas sean capaces de funcionar bajo estrés, adaptarse a eventos extremos y proteger a toda la población, especialmente a aquellos que están en mayor riesgo.

Día Internacional de la Cobertura Sanitaria Universal 2025, se celebra el 12 de diciembre, el lema global de este años es "¿Costos de salud inasequibles? ¡Estamos hartos!", enfocándose en la carga económica y la necesidad de que la salud no arruine a las familias, reforzando la idea de que la cobertura sanitaria es un derecho, no un privilegio.

El cambio climático obliga a repensar la infraestructura y la organización de los servicios. Necesitamos hospitales que resistan inundaciones, planes energéticos de respaldo, sistemas de alerta temprana para olas de calor, vigilancia epidemiológica reforzada, brigadas comunitarias de salud y un diseño urbano que reduzca la temperatura. Hoy, esas son medidas esenciales.

Algunos ya avanzan en esta dirección. Francia y Japón, han creado protocolos nacionales ante calor extremo; Bangladesh y Filipinas, han fortalecido sistemas de vigilancia climática y sanitaria en zonas costeras; ciudades como Medellín, Toronto y Melbourne, han rediseñado espacios urbanos para disminuir riesgos térmicos y mejorar la calidad del aire.

Pero queda mucho por hacer. Aún se necesita mucha voluntad política y social, y trabajar más desde la solidaridad y la universalidad. Aunque no podamos evitar cada desastre, sí podemos prepararnos mejor, fortalecer nuestros sistemas, reducir desigualdades y construir comunidades más resilientes. La salud, como la atmósfera, no entiende de fronteras.

Referencias de la noticia

Por qué la crisis climática es una crisis de salud. 9 de septiembre de 2024. Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

The 2024 report of the Lancet Countdown on health and climate change: facing record-breaking threats from delayed action. Marina Romanello, Maria Walawender, Shih-Che Hsu y colaboradores. The Lancet 404 (10465).