Los arrecifes de coral de Cozumel en peligro: la isla se moviliza contra el nuevo muelle turístico
En Cozumel, las ciudades coralinas luchan por sobrevivir. Frente al cuarto muelle turístico, habitantes y activistas alzan la voz y defienden la vida que sostiene al Caribe mexicano.
En el mar Caribe, 20 km al este del litoral oriental de la península de Yucatán, descansa— bajo la cosmovisión maya— la Tierra de las Golondrinas. Es Cozumel, la isla mexicana que emerge como la tercera más grande y la segunda isla más poblada del país. Perteneciente a Quintana Roo, respira alejada de la costa, envuelta en aguas turquesas y ciudades sumergidas de coral.
Forjada con la misma roca caliza que sustenta los arrecifes, la isla de Cozumel es destino frecuente de turistas y cruceros. Fuente de belleza natural, biodiversidad marina y espíritu caribeño, que atrae a personas de todo el mundo. Así, el turismo es motor económico, sí, pero no por eso es lo único importante en la vida de la isla.
Rodeada en su mayor parte por arrecifes de coral, Cozumel alberga en grandes torres submarinas el sostén natural de su economía. El espacio donde convergen actividades recreativas, de conservación, aprovechamiento, educación, difusión y monitoreo. Entre ellas se incluye el Parque Nacional de Arrecifes de Cozumel, parte del Sistema Arrecifal Mesoamericano, el segundo más grande del mundo.
Pero algo amenaza con dividir el turquesa en dos. Y desde hace meses, se alza la voz de los habitantes de Cozumel por la construcción de un nuevo —y cuarto— muelle turístico al oeste de la isla. Desde tierra, sobre el mar y bajo el agua, crece la petición para frenar un proyecto que pone en riesgo lo poco que queda de costa libre y de los ecosistemas que la sostienen.

Y es que Cozumel no es solo destino turístico, también es hogar, uno que depende de la armonía entre humanos y mar. Un muelle que multiplique la llegada de cruceros sin una planeación sostenible amenaza esa armonía. Y se impone el dilema, tan nuestro y tan de siempre, entre crecimiento económico y preservación ambiental.
Paraíso bajo el agua
Cozumel es un santuario natural que atrae a miles de turistas cada año para nadar entre jardines submarinos. Arrecifes que no son solo un espectáculo para el ojo humano: también son vitales para la biodiversidad. Albergan más de 300 especies de peces, decenas de corales y organismos que mantienen el equilibrio del ecosistema.
Y no solo son el hogar de cientos de especies marinas. Estas barreras naturales amortiguan el impacto de olas, ciclones tropicales y tsunamis, protegiendo las costas de la erosión y las inundaciones. También proveen recursos genéticos y compuestos con potencial medicinal y, para las comunidades costeras, son sustento, cultura e identidad.
Al oeste de la isla, donde quiere alzarse el nuevo muelle, está la playa Villa Blanca, frente al arrecife del mismo nombre. Un sitio donde coinciden actividades familiares, de convivencia, buceo, esparcimiento y de restauración ambiental; y que, además, resguarda una alta biodiversidad de corales, peces y tortugas.
Los científicos, habitantes y organizaciones ambientales consideran esta zona como de gran sensibilidad ecológica. Un sitio para todos, hoy amenazado por unos pocos. ¿Será tan difícil concebir un turismo desde el cuidado ambiental y de sus habitantes?
Los corales son organismos frágiles. Un solo golpe de ancla o el aumento en la sedimentación puede sofocarlos. Si mueren, su recuperación podría tardar décadas. Sumémosle a ello fenómenos globales como el calentamiento oceánico y el blanqueamiento coralino, que actualmente ponen en riesgo su supervivencia.
En este contexto, cualquier obra costera debe ser evaluada con extremo cuidado. El cuarto muelle es el rostro más reciente de un modelo que se impone, despiadado, en la Península de Yucatán. Basado en el turismo de masas y la destrucción de ecosistemas para el beneficio de pocos, es el mismo modelo que amenaza también a la Selva Maya con megaproyectos y desarrollos sin control.
Amenazando el turquesa
El proyecto del cuarto muelle de cruceros en Cozumel busca construirse muy cerca de los tres muelles ya existentes. Algunos afirman que esta obra traerá más ingresos económicos y generará empleos que beneficiarán a miles de familias. Pero, ¿qué pasa con la otra cara de la moneda?
Activistas y científicos han advertido sobre los graves impactos ambientales y sociales de este muelle, especialmente en los arrecifes de coral y en Villa Blanca, la última playa pública de la isla. Pero la obra, concesionada en 2022 a la empresa Muelles del Caribe S.A. de C.V., obtuvo la autorización ambiental de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) en diciembre de 2021.
Aun así, persiste la fuerza y la voluntad de quienes luchan por preservar el medio ambiente y el derecho a la vida. La presión social y la movilización de colectivos locales y activistas ambientales hicieron la diferencia. Y en julio de 2025, la empresa anunció una pausa técnica en la construcción del cuarto muelle en Cozumel.
SEMARNAT confirmó el pasado 19 de junio, que se realiza un estudio con la finalidad de valorar nuevamente el proyecto. La Manifestación de Impacto Ambiental está en revisión, con base en la normatividad vigente, la protección del ecosistema arrecifal y el derecho de la población a un ambiente sano.
Mientras tanto, el arrecife Villa Blanca y el cuarto muelle siguen siendo el epicentro de un debate nacional: desarrollo turístico acelerado frente a la necesidad de preservar uno de los ecosistemas más valiosos del Caribe mexicano. En tiempos sin tiempo, ceder a la destrucción ambiental es perder la esencia misma de la vida que nos sostiene. Y vale la pena, urge, luchar por eso.