El día que el amanecer de Chihuahua se iluminó con la caída de la roca más antigua que puedes tocar
En 1969, un bólido iluminó Chihuahua y sembró fragmentos del meteorito Allende, portador de los materiales sólidos más antiguos del Sistema Solar. Te platicamos su historia y cómo empezó todo.

En la oscuridad del 8 de febrero de 1969, un resplandor inesperado cruzó el cielo de Chihuahua, su brillo fue tan intenso que muchos creyeron ver un amanecer prematuro, aunque apenas era la una de la madrugada. No sabían que estaban presenciando uno de los eventos astronómicos más importantes del siglo.
El bólido avanzó con un resplandor azulado que dejó estelas visibles durante varios segundos, un tiempo inusualmente largo para un meteoro. Su trayectoria culminó en una explosión que retumbó como trueno seco sobre la región, una detonación que marcó el inicio de una lluvia de fragmentos.
Cientos de pedazos ardientes descendieron sobre un extenso campo cercano a Pueblito de Allende, Chihuahua. La zona quedó sembrada con rocas negras, algunas pequeñas como un puño, otras lo bastante grandes para necesitar herramientas, sin saberlo, los habitantes caminaban entre fósiles cósmicos.
Las búsquedas posteriores recuperaron más de dos toneladas de material, un hallazgo extraordinario para la ciencia planetaria. La abundancia y buen estado de los fragmentos permitió que investigadores de todo el mundo viajaran a Chihuahua y muy pronto, la comunidad científica entendió que aquello no era simplemente un meteorito más.

El material recuperado pertenecía a una condrita carbonácea extremadamente primitiva. Lo que casualmente cayó aquella noche no era solo roca, sino una cápsula intacta del origen del Sistema Solar. Cada pieza resguardaba información forjada en los primeros instantes de nuestra historia cósmica, antes incluso de que existieran los planetas.
Un mensajero del cosmos
El meteorito Allende resultó ser una joya científica por su composición, pues dentro de sus superficies oscuras aparecían pequeñas esferas llamadas cóndrulos, junto con inclusiones blancas ricas en calcio y aluminio, conocidas como CAIs.
Además de su antigüedad, Allende sorprendió por su variedad mineralógica. Se han identificado más de setenta minerales distintos, algunos desconocidos antes de su estudio. Incluso contiene materiales presolares, granos que se formaron en estrellas anteriores al Sol; mostrando una complejidad química que lo convirtió en el meteorito más estudiado del planeta.
El hallazgo de compuestos orgánicos también abrió nuevas preguntas sobre la química prebiótica que si bien, no contienen vida, sí muestran moléculas que pudieron participar en procesos primitivos. Esto reveló que los ingredientes para la vida pueden surgir en cuerpos pequeños y viajar por el espacio durante eones antes de llegar a mundos jóvenes.
La travesía de una roca eterna
A diferencia de otros meteoritos recuperados en pequeñas cantidades, Allende ofreció un volumen enorme de material para análisis, permitiendo repetir experimentos, comparar muestras y verificar resultados con gran precisión. Su abundancia lo transformó en el laboratorio natural perfecto para estudiar el pasado remoto de nuestra vecindad cósmica sin agotar el material.
Cada fragmento aportó nuevos conocimientos, mientras que algunos mostraron texturas que evidenciaban choques antiguos, otros revelaban calentamientos breves en la nebulosa solar. Esta diversidad confirmó que el nacimiento del Sistema Solar fue caótico, dinámico y marcado por procesos intensos que actuaban en cortos intervalos de tiempo.

Los estudios isotópicos cambiaron la manera de fechar eventos astronómicos, sus CAIs definieron la referencia temporal que hoy usamos para calcular edades planetarias y gracias a él, la cronología del Sistema Solar dejó de ser una especulación general y se volvió una línea del tiempo precisa, sustentada en evidencia sólida.
Incluso hoy, más de cinco décadas después de su caída, Allende sigue produciendo descubrimientos y nuevas técnicas de microscopía, espectrometría y análisis tridimensional que revelan detalles antes invisibles. Es una roca que, a pesar de su edad extrema, sigue hablando. Cada análisis abre otra ventana hacia el pasado más remoto.
Allende en la memoria de México
En el Museo de Geología de la UNAM se exhiben fragmentos originales del meteorito, cuidadosamente preservados para su estudio y divulgación. Los visitantes pueden apreciar la textura y composición de estas piezas únicas, que funcionan como testimonios directos de la historia temprana del cosmos y de la evolución estelar previa al Sol.
En 2019, la UNAM conmemoró simultáneamente los 50 años de la caída del meteorito Allende y los 90 años del Instituto de Geología. Ambos aniversarios resaltaron la relevancia científica de esta roca excepcional, cuya antigüedad —cerca de 4,568 millones de años — la convierte en uno de los materiales más antiguos disponibles para estudio humano.
Aunque fragmentos de Allende se distribuyeron por instituciones científicas de todo el mundo, la mayoría permanecen en México y varias muestras se exhiben en museos donde el público puede observarlas de cerca. Tener delante una porción del meteorito es contemplar un trozo del tiempo más antiguo al que podemos acceder físicamente.
Observar un fragmento de Allende en la sala del museo es encontrarse con un objeto que antecede a la Tierra y a todos los planetas. Su presencia en México subraya la importancia de preservar y compartir el patrimonio científico, recordando que cada muestra cuenta una parte profunda y silenciosa de nuestros orígenes cósmicos.