Hongos, gusanos y virus que “zombifican” a los insectos: la ciencia intenta entender este extraño comportamiento

En el diminuto mundo de los insectos, hongos, gusanos, avispas y virus actúan como titiriteros, hackeando cuerpos y mentes. Zombificación a lo natural, tras millones de años de evolución.

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El gusano de crin o nematomorfo es un parásito que “zombifica” grillos y saltamontes.

En el mundo de los insectos, ser tú mismo es un lujo que la naturaleza no siempre permite. Al estilo kamikaze, muchas veces ocurre un salto suicida al vacío evolutivo. Pero no es locura temporal o caos al azar, se trata de control y pérdida del libre albedrío. Titiriteros de escala diminuta que protagonizan historias que se pensaban solo de la ciencia ficción.

De los cerca de 7,7 millones de especies animales conocidas, se estima que el 40 % son parasitarias.

The Last of Us ha tenido éxito mostrando el horror en un mundo que sucumbe a un hongo que convierte a los humanos en criaturas sin voluntad. Un terror milenario que sí existe, aunque en una escala más pequeña. Hormigas, grillos y orugas viven —y mueren— bajo el dominio de hongos, gusanos y virus.

Una hormiga lejos de su colonia trepa a lo alto de una planta, muerde una hoja y queda ahí, paralizada, esperando la muerte. Un grillo salta al agua, kamikaze, para que un gusano sea liberado tras ahogarse. Orugas ascienden a los lugares más expuestos justo antes de que un virus las disuelva desde adentro. Escenas escalofriantes, y reales.

Este hackeo biológico es más común de lo que pensamos. Virus, gusanos, hongos o avispas, la lista de las especies zombificadoras fuera de la ficción es bastante larga y variada.

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Avispa muerta, infectada por Ophiocordyceps, muestra estromas listos para liberar esporas.

Lo increíble es que la ciencia apenas empieza a entender los mecanismos que hay detrás de esta zombificación natural. ¿Cómo logra un hongo controlar músculos sin tocar el cerebro? ¿Qué señales químicas borran el libre albedrío de un insecto?

Maestros de la zombificación

Los parásitos (o parasitoides) pueden tomar el control del cuerpo de sus huéspedes, en formas que se pensarían solo de la ciencia ficción. Este fenómeno, llamado fenotipo extendido, significa que los genes del parásito “se expresan” más allá de su propio organismo, manipulando al huésped como si se tratara de una extensión de sí mismo.

Un ejemplo conocido es el hongo Ophiocordyceps unilateralis, también llamado “hongo zombie”, que se encuentra predominantemente en ecosistemas forestales tropicales

Un ejemplo conocido es el hongo Ophiocordyceps unilateralis, también llamado “hongo zombi”, que se encuentra predominantemente en ecosistemas forestales tropicales. Este hongo invade hormigas carpinteras y les ordena, por vías químicas y musculares, abandonar su colonia, trepar a una planta y morder con fuerza la vena de una hoja.

Allí mueren, paralizadas, mientras muerden, y convertidas en cápsulas vivientes. Esta técnica es conocida como el agarre o mordida de la muerte. Días después, del cuerpo brota un tallo que libera esporas, unas 50 veces más delgadas que un cabello humano, y aun así capaces de infectar a nuevas hormigas.

Se han hallado huellas fósiles de mordidas idénticas en hojas de hace 48 millones de años, evidenciando que la zombificación de hormigas es tan antigua como efectiva.

Otros parásitos se vuelven aún más creativos y sin necesitar efectos especiales. Los gusanos nematomorfos hacen que grillos y saltamontes se lancen al agua, donde el gusano emerge para reproducirse luego de ahogarse su huésped. Los baculovirus, por su parte, obligan a las orugas a trepar a los puntos más altos antes de licuar su cuerpo, esparciendo millones de partículas virales al viento.

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Larvas de avispas parasitoides usan orugas como guarderías vivientes, alimentándose hasta completar su desarrollo.

Y no, no es ciencia ficción, es bioquímica pura. El Ophiocordyceps no siempre invade el cerebro de la hormiga, muchas veces solo controla los músculos a distancia, liberando compuestos paralizantes. Mientras, los nematomorfos alteran neurotransmisores que afectan la percepción del entorno del huésped, y los virus hackean sus hormonas para manipular sus ciclos de actividad.

Ser o no ser… un zombi

Los parásitos se reproducen reescribiendo la neuroquímica de sus víctimas. Por ejemplo, muchos de ellos no introducen sustancias nuevas en sus huéspedes, sino que manipulan la química ya presente en sus anfitriones y la utilizan a su favor. En otros casos, es casi como si los “drogaran”, como es el caso de las avispas joya.

Muchos factores influyen en qué especies se convierten en víctimas de un parásito específico. Por ejemplo, con qué frecuencia se cruzan huésped y parásito, y la capacidad del parásito para invadir y sobrevivir dentro del huésped. Además, la temperatura, la humedad, la lluvia y hasta la sombra de las hojas, dictan el cuándo y el dónde.

Evolución y titiriteros naturales

La primera evidencia de una relación parasitaria viene del mar y tiene 500 millones de años. Son los restos de unos pequeños invertebrados llamados braquiópodos que habitaron un océano que ocupaba el actual sur de China. En sus conchas se identificaron tubos mineralizados construidos por pequeños gusanos que probablemente robaban el alimento de su huésped.

Y en temas de zombificación natural, todo ha sido ensayo, prueba y error. Las estrategias controladoras pueden haber evolucionado, de forma independiente, al menos 223 veces a lo largo de la historia. Han evolucionado a mecanismos muy precisos luego de millones de años de perfeccionamiento evolutivo.

Además de producir escalofríos, estos fenómenos tienen una función ecológica. Mantienen el equilibrio en poblaciones de insectos, dispersan nutrientes y forman parte de una compleja red de interacciones naturales.

¿Y los humanos? Los hongos no prosperan dentro de cuerpos con temperaturas elevadas, como la de los mamíferos. Se cree que una de las razones por las que evolucionamos con una temperatura corporal tan alta fue, justamente, para protegernos contra infecciones fúngicas. Al parecer, pese a The Last of Us, los únicos que deberían preocuparse son los insectos.

Referencias de la nota

Macchi, F. 2025. Insectos zombi: la inquietante relación de ‘control mental’ entre bichos y parásitos. Nota periodística para El País.

Li, W.J.; Lee, Y.L.; Liu, S.L.; Lin, C.C.; Chung, T.Y. y Chou, J.Y. 2020. Evaluating the tradeoffs of a generalist parasitoid fungus, Ophiocordyceps unilateralis, on different sympatric ant hosts. Scientific Reports 10, 6428.