Un estudio de la UNAM confirma las zonas más propensas a inundaciones en CDMX
La Ciudad de México volvió a inundarse. Las imágenes satelitales confirman lo que ya sabíamos. Las fracturas urbanas, sociales y ambientales siguen ahí. La lluvia solo las hace visibles.
Aunque al agua desapareció de la superficie hace más de un siglo, a veces basta una tarde de lluvia para que la Ciudad de México recuerde su origen lacustre. Y de forma recurrente, cada año, con la temporada de lluvias, llegan también los encharcamientos e inundaciones a la capital del país.
El pasado 2 de junio fue noticia. Estaciones meteorológicas, ubicadas en la Zona Metropolitana del Valle de México (ZMVM), registraron acumulados de lluvias de entre 50 y 70 milímetros en solo 24 horas. Y con esto: calles anegadas, avenidas colapsadas y viviendas afectadas, especialmente, en la zona oriente de la ZMVM.
Las mayores afectaciones se concentraron en las alcaldías de Venustiano Carranza, Iztacalco e Iztapalapa. Vialidades importantes como la Autopista México-Puebla, el Viaducto Río de la Piedad y la Calzada Ignacio Zaragoza registraron graves impactos. En el Estado de México, los municipios de Ecatepec, Nezahualcóyotl, Chimalhuacán y Texcoco también sufrieron consecuencias.
Pero, si bien la intensidad de las lluvias detonó el desastre, el grado de vulnerabilidad y exposición de las zonas afectadas tuvo un papel crucial en la magnitud del impacto. La lluvia solo hizo visible lo que la ciudad ya tenía roto. La combinación de factores históricos, sociales, urbanos, climáticos y ambientales, la vuelven una de las urbes más vulnerables a este tipo de desastres en México.

Bajo esta premisa, investigadores del Instituto de Geografía de la UNAM analizaron imágenes de radar del satélite Sentinel‑1, perteneciente a la Agencia Espacial Europea (ESA). ¿El objetivo? Mapear las zonas más propensas a inundarse en la capital durante las lluvias del 2 de junio. ¿El resultado? La brecha histórica y social no se cierra, solo se sigue inundando.
A favor del desastre
El manejo del sistema de drenaje jugó su rol. O más bien brilló por su ausencia. Lo cierto es que los problemas de drenaje contribuyeron a las afectaciones puntuales, como en el caso del viaducto, a la altura de Francisco del Paso y Troncoso. A esto le sumamos las obstrucciones por la acumulación de desechos sólidos y fracturas estructurales.
El hundimiento progresivo del subsuelo se une al combo. Gran parte del oriente de la ciudad —incluyendo zonas como Iztapalapa, Tláhuac y parte de Iztacalco— se hunde entre 10 y hasta 40 centímetros por año, debido a la sobreexplotación del acuífero del Valle de México.
Además, muchas de las zonas más afectadas se localizan en áreas naturalmente bajas de la cuenca de la Ciudad de México, donde alguna vez existieron cuerpos de agua como el Lago de Texcoco. Esto incrementa de manera natural el riesgo de inundaciones.
Y a lo natural se suma la desigualdad social. Una brecha que no solo se mide en ingresos, se mide también en vulnerabilidad. Y cuando cae la lluvia, esa brecha no se cierra, se inunda. La historia se vuelve a repetir cada año, y así continuará hasta que asumamos nuestra responsabilidad y dejemos de culpar solo a la lluvia.
Las más vulnerables
En este contexto, la identificación de zonas de mayor riesgo es una tarea esencial para la prevención y gestión de desastres. Y el nuevo estudio de la UNAM llegó no a predecir, sino a confirmar. A través del radar del satélite Sentinel‑1, los investigadores detectaron las zonas con alta acumulación de agua, y dónde se registraron los mayores encharcamientos el 2 de junio.
El Dr. Emmanuel Zúñiga, en colaboración con el grupo de Clima y Sociedad liderado por el Dr. Víctor Magaña, lograron identificar las zonas afectadas a nivel de calle. Mediante técnicas avanzadas de procesamiento digital de imágenes de radar, obtuvieron información relevante sobre las áreas potencialmente inundadas/encharcadas.
Y no hubo sorpresas, las mismas alcaldías históricamente vulnerables fueron las más afectadas: Iztapalapa, Iztacalco, Gustavo A. Madero, Venustiano Carranza. La región más afectada y con mayor riesgo de inundaciones pluviales es el centro-oriente de la ciudad. Zonas con alta densidad poblacional, drenaje antiguo, suelos arcillosos y pocas áreas verdes. Las más hundidas.
Del otro lado, municipios del Estado de México como Ecatepec, Nezahualcóyotl o Chimalhuacán sufren el mismo destino. El agua no sabe de límites administrativos, pero sí llega y se instala donde hay menos defensas.
Buscando el diálogo
Pero también hay propuestas. Proyectos como el Parque Hídrico La Quebradora apuestan por soluciones naturales: captar, filtrar y reutilizar el agua de lluvia. Más que luchar con el agua, plantea un diálogo y entendimiento con la naturaleza.
La UNAM promueve, además, estrategias de adaptación al clima, como las Zonas de Desarrollo Controlado (ZEDEC), que limitan la expansión urbana en zonas susceptibles a inundaciones y deslizamientos. Estas se determinan con base en modelos hidrológicos y geotécnicos desarrollados por el Instituto de Ingeniería.
Además, se impulsa el diseño de más infraestructura verde —parques, jardines de infiltración y conservación de bosques urbanos— que permite la recarga de acuíferos, regula el escurrimiento del agua y mejora el microclima. E incluso desde lo cotidiano, pensando en comunidad, todo esfuerzo vale. No arrojar basura a la calle, mantener las coladeras y drenajes limpios.
Pero todo eso requiere voluntad política, conciencia social, planificación a largo plazo y, sobre todo, memoria. Asumamos nuestro papel. Contribuyamos al esfuerzo colectivo, a la resiliencia, y aprendamos —por fin— a convivir con la naturaleza y el clima, en lugar de intentar controlarlos.
Referencia de la noticia
Instituto de Geografía. 2025. Mapeo satelital de zonas inundadas – encharcadas en la Ciudad de México (2 de junio de 2025).