El "oro verde" mexicano está en jaque: así amenaza el cambio climático nuestro cultivo más famoso

El aguacate mexicano se ha convertido en una estrella mundial, pero el cambio climático se ha convertido en la principal amenaza para el futuro del famoso oro verde.

Los huertos de aguacate pueden consumir entre seis y diez mil metros cúbicos de agua por hectárea al año, según el clima de donde es cosechado.

El aguacate en México significa una mezcla entre tradición, orgullo y un toque de obsesión colectiva. Comenzó creciendo en suelos volcánicos, y se volvió en parte del ADN del país; luego saltó al mundo como una especie de embajador verde que representaba sabor, nutrición y negocio.

Hoy es difícil imaginar una mesa sin su presencia. Desde el guacamole hasta los cortes de carne que lo acompañan — como si fuera un miembro más de la familia — detrás de esta imagen perfecta, algo empezó a cambiar: el clima. Por lo que, al no ser igual que antes, el cultivo estrella del país enfrenta un escenario muy complicado.

Durante años, el aguacate creció gracias a temperaturas estables, humedad adecuada y suelos fértiles. Ese equilibrio permitió que estados como Michoacán dominaran el mercado mundial; pero en la última década comenzaron a aparecer cambios como las lluvias irregulares, el calor intenso y los ciclos del árbol.

Y aunque la oferta sigue llegando a los mercados, el cultivo opera bajo una presión ambiental creciente: el exceso de calor altera la floración, la pérdida acelerada de humedad afecta la absorción de nutrientes y las noches más cálidas reducen la calidad del fruto. Ajustes “pequeños” pero con un impacto en el rendimiento y la estabilidad.

La degradación del suelo es un daño silencioso, pero de los más importantes para el futuro del cultivo.

La preocupación no es solo económica o ambiental, también social, ya que millones de personas dependen del cultivo. Desde pequeños productores hasta empacadores, transportistas, jornaleros y familias enteras que viven de cada cosecha, es urgente entender cómo el cambio climático amenaza el futuro de este cultivo.

Cómo el clima está alterando la fisiología y sanidad del aguacate

El cambio climático pasó de ser un concepto abstracto a convertirse en un límite real para el aguacate. Hoy funciona como un rival que altera procesos fisiológicos del cultivo que antes parecían muy estables, el primero de estos son las temperaturas extremas, principalmente cuando los termómetros superan los 35 ° C.

En ese punto, el árbol llega a un estrés hídrico, la floración se vuelve irregular, el amarre del fruto disminuye y la planta redirige energía para sobrevivir y no para producir, estos picos eran raros hace veinte años pero hoy ya forman parte del calendario agrícola.

El aguacate es un cultivo complejo: no tolera encharcamientos y al mismo tiempo sufre con sequías severas.

El agua se volvió otro factor de cuidado: las lluvias llegan tarde, llegan de golpe o simplemente no llegan, y es esa irregularidad la que obliga a depender más del riego. Cuando el suelo pierde humedad muy rapido, las raíces finas se deshidratan y cae la absorción de calcio y potasio; minerales esenciales para un fruto de calidad.

El incremento en las temperaturas también está modificando la presencia de plagas y enfermedades. Hoy en día insectos como el barrenador de hueso y la araña cristalina aceleran sus ciclos con el calor, lo que resulta en más generaciones por año y por lo tanto mayor presión sobre los árboles.

En el caso de hongos como la antracnosis, estos se vuelven más agresivos cuando coinciden humedad irregular y temperaturas cálidas, una combinación cada vez más frecuente; el resultado es un manejo fitosanitario más caro, más técnico y más demandante.

Por último, están las tormentas que afectan algo más profundo: el suelo. En zonas de pendiente la erosión ha aumentado, dejando raíces expuestas y reduciendo la materia orgánica. Cada tormenta fuerte se lleva una parte de la estructura del suelo, algo que no se recupera de un año a otro.

Las respuestas del sector y el reto de adaptarse a un clima cambiante

Con este escenario, surge la pregunta de si el cultivo puede cambiar y establecerse en zonas más frescas o de mayor altitud, y aunque en teoría existe esa posibilidad, en la práctica no es tan sencillo lograr su adaptación.

México concentra más del treinta por ciento de la producción mundial de aguacate.

Además, no cualquier región ofrece la amplitud térmica día-noche que el aguacate necesita para desarrollar aceite y calidad. El cultivo es más exigente de lo que parece y no todas las zonas nuevas cumplen con esos requisitos.

Por eso muchos productores han comenzado a implementar estrategias de adaptación. Una de las más efectivas es el uso de coberturas vivas y acolchados, que ayudan a mantener la humedad del suelo, reducen la evaporación y estabilizan la temperatura alrededor de la raíz.

Un aguacate tarda años en entrar en producción y requiere infraestructura, disponibilidad de agua, mano de obra capacitada, caminos y acceso a empacadoras.

También están tomando fuerza sistemas de riego más eficientes, como el riego por pulsos que favorece una mejor oxigenación radicular y reduce el riesgo de asfixia en suelos pesados. Otra vía importante está en el desarrollo y selección de portainjertos más tolerantes a sequía y enfermedades de raíz.

Viveros especializados ya trabajan con materiales genéticos capaces de soportar condiciones más variables: no son una solución inmediata, pero sí un camino sólido hacia una producción más resiliente. El reto está en que se exige inversión, capacitación y tiempo, tres factores que no están disponibles para todos los productores.

A un nivel ecológico, se esta impulsando la restauración de bosques alrededor de las zonas productivas. Aunque a veces se percibe como una medida ambiental aislada, en realidad es parte esencial del manejo del microclima: mejora la infiltración del agua, estabiliza la humedad ambiental y reduce el impacto de tormentas intensas.

El futuro del cultivo dependerá de qué tan rápido se integren la tecnología, el manejo agronómico inteligente, la restauración ecológica y políticas públicas alineadas a las nuevas condiciones climáticas. Y aunque pensemos que el aguacate es indestructible, la realidad es que el clima ya lo está llevando a sus límites naturales.