El "paciente" más famoso de México: la ciencia que intenta salvar al nuevo ahuehuete del Paseo de la Reforma
Un ahuehuete plantado en Reforma se volvió símbolo y reto científico: un caso real que revela lo difícil, técnico y apasionante que resulta salvar árboles dentro de la ciudad.

Paseo de la Reforma es una de las avenidas más emblemáticas de la Ciudad de México, donde conviven monumentos, tránsito y áreas verdes que requieren manejo técnico. En la Glorieta de la Palma, tras la caída de la palmera histórica, se eligió plantar un ahuehuete, un árbol icónico en la cultura mexicana.
Pero su llegada no solo simbolizó relevo y memoria urbana, también abrió un reto enorme para agrónomos, biólogos y paisajistas, quienes deben de procurar el manejo del arbolado en entornos tan extremos como el corazón de la capital.
Este árbol adopto un papel especial desde el primer día. Lo pusieron en pleno corazón de la ciudad, rodeado de concreto, tráfico y contaminación, cuando su hogar natural suelen ser riberas, suelos húmedos y espacios donde puede vivir siglos si se le da lo necesario y eso de entrada ya lo ponía en desventaja.
Por eso el ahuehuete de Reforma se volvió casi un “paciente famoso” para quienes seguimos temas de arbolado urbano y restauración ecológica, cuando lo trasplantaron, entró un ejército de especialistas: agrónomos, viveristas, universidades y técnicos revisando desde el suelo y las raíces hasta el riego, la compactación y el microclima.

Básicamente, todo lo que hacemos en huertos y jardines pero aquí en modo gigante y a la vista de toda la ciudad, al final se trata de que el árbol sobreviva y de demostrar que las ciudades pueden tener árboles que no sean solamente de adorno, sino parte viva, simbólica y funcional del espacio público.
Un paciente gigante: estrés, compactación y adaptación forzada
El ahuehuete que hoy vemos en la rotonda de Reforma no llegó ahí por casualidad. Antes, ese espacio lo ocupaba una palmera emblemática y tras su muerte, la ciudad consultó a la gente y se eligió un ahuehuete para darle continuidad simbólica al lugar.
El problema es que este árbol, acostumbrado a suelos húmedos y tranquilos tipo ribera, terminó plantado en medio de una avenida llena de humo, compactación del suelo y viento fuerte. Para colmo, poco después un auto chocó contra el área y movió su cepellón, aumentando el estrés.
Cada árbol grande tiene su historia en las raíces, su suelo original, su microbiota, su estructura y su nivel de estrés y aunque este caso es monumental, la lógica es la misma que usamos en huertos y espacios verdes: revisar sustrato, cuidar humedad, evitar compactación, monitorear plagas y patógenos, y darle tiempo para adaptarse.
Uno de los problemas más serios para este ahuehuete ha sido la compactación del suelo. En la glorieta se registraron hundimientos causados por el paso constante de personas y eso sumado al golpe que sufrió el cepellón tras el accidente, dejó al árbol con menos espacio para respirar y crecer.

A eso hay que sumarle el ambiente: una rotonda ventosa, edificios que reflejan calor, contaminación y estrés hídrico constante, es como poner una planta de ribera a sobrevivir en una plancha caliente. Aunque tiene riego, el árbol llegó a mostrar follaje flácido y tonos cobrizos, típico de un ejemplar que está vivo, pero forzado al límite.
Para enfrentar esto, se reforzó el riego y se vigila la humedad del suelo; incluso se habló de microaspersión o goteo enterrado como en sistemas de producción intensiva pero el viento seco y el microclima urbano no perdonan. Y hay otro detalle técnico importante trasplantar un árbol de 20 años y más de 11 metros no es cosa ligera.
Se han usado estimulantes radiculares, aminoácidos y tratamientos similares a los que usamos en jardinería profesional o huertos bien manejados, pero aquí no hablamos de un limonero en maceta, hablamos de un gigante con un sistema radicular enorme intentando rehacer su vida en un terreno hostil.
Cuidar, esperar y aprender: la otra mitad del trabajo
El monitoreo ha sido intenso, primero, se revisan las raíces para confirmar que haya crecimiento nuevo, también se decidió cambiar el sustrato para evitar posibles patógenos que pudieran estar fastidiando la zona y se colocaron barreras alrededor del árbol para impedir que la gente pisara el área y volviera a compactar el suelo.
El riego también se reforzó, junto con la aplicación de enraizadores y nutrientes muy medidos, porque aquí no se trata de “regar más y ya”, sino de darle justo lo que necesita para formar raíces nuevas y adaptarse y quizá lo más importante: paciencia.
Sobre los aprendizajes, lo primero: hay que elegir la especie correcta para el sitio. El ahuehuete es un árbol de zonas húmedas, pensado para riberas y suelos con buena disponibilidad de agua, plantarlo en una glorieta seca, es como poner a un pez a vivir en la azotea; puede funcionar, pero hay que compensar todo lo que el entorno no le da.

Segunda lección: las raíces mandan, una planta grande necesita espacio, aireación, drenaje y humedad adecuada, esto que vemos con árboles frutales en macetas o huertos intensivos, aquí se multiplica por mil.
Tercero: monitoreo y paciencia, no hay milagros instantáneos; los árboles viven otro ritmo, y aquí cada brote es un pequeño triunfo y cuarto: proteger el entorno. Hubo hasta quien puso cemento alrededor del árbol en un “arranque de ayuda”, y eso solo dañó más. En agricultura urbana pasa igual: no todo “arreglito” improvisado ayuda.
Para quienes trabajamos en proyectos como Edén Agricultura Urbana, esto se traduce en recomendaciones simples pero poderosas para nuestros clientes; buen sustrato, volumen de raíz suficiente, riego adecuado, barreras o control del área, selección de especie correcta y un plan de seguimiento.
Y también en educación: plantar no es una foto bonita para redes, es un compromiso técnico y de cuidado. Hoy, el ahuehuete muestra señales de vida, brotes tímidos y ganas de quedarse, algunos especialistas creen que sí logrará adaptarse; otros son más escépticos. La verdad es que solo el tiempo y el manejo correcto lo dirá.
Si algo nos deja esta historia, es que trabajar con plantas es un ejercicio de humildad. Nada en la naturaleza se forza con prisa, plantar es acompañar, adaptar una especie a un entorno complejo requiere técnica, constancia y una visión de largo plazo.
Y aunque este ahuehuete esté en el ojo público, la enseñanza aplica igual para el limonero de tu patio, los frutales en tu azotea o el huerto comunitario de tu colonia. Al final, cada árbol importa, cada suelo bien preparado importa, cada riego bien calculado, cada poda bien hecha, cada barrera que evita que alguien pise la raíz… todo suma.