¿Cómo elegir el producto menstrual menos dañino para el planeta? Te explicamos la ciencia de la menstruación sostenible
Cuando el ciclo y el planeta se sincronizan: poder elegir cómo menstruamos también puede ser un gesto de conciencia ambiental, de cuidado personal, y de libertad de cambio.

Cada mes, miles de millones de mujeres en el mundo menstruamos. A veces en silencio, con incomodidad, o dolor, poca información. Pero menstruar no solo implica cambios físicos: también genera residuos, efectos en la salud, impacto ambiental y contaminación.
Según datos de la Agencia Europea del Medio Ambiente, una mujer puede llegar a usar entre 5,000 y 15,000 productos a lo largo de su vida. La mayoría de estos terminan en la basura común, y muchos están compuestos por plásticos que pueden tardar siglos en degradarse.
En México, el panorama es doblemente complejo: además de los residuos, muchas niñas, adolescentes y mujeres no tienen acceso regular a productos higiénicos o a baños con agua segura. La llamada pobreza menstrual no solo limita opciones, también impacta la salud, la educación y la dignidad.
En este contexto, surge una pregunta inevitable: ¿cómo evitar dañar al planeta? ¿Hay una forma más amable, más sostenible y también más justa de vivir el ciclo? La ciencia tiene algunas respuestas, pero el cambio empieza por la conciencia.

Un producto que deja huellas en ti y en el planeta
Los productos menstruales de un solo uso son los más comunes en supermercados y farmacias y están hechos con plásticos, fibras sintéticas y celulosa blanqueada. Una sola toalla puede tardar hasta 800 años en degradarse. Y en su producción se usan agua, energía y químicos que también dejan su marca ambiental.
Un estudio de Zero Waste Europe de 2019 calcula que se generan más de 590,000 toneladas de residuos menstruales al año. En México, aunque no hay una cifra oficial, se estima que al menos mil millones de productos menstruales se desechan anualmente. La mayoría termina en rellenos sanitarios o en cuerpos de agua, sin tratamiento adecuado.
A eso se suma el costo económico: menstruar con productos desechables durante toda la vida puede representar entre 15,000 y 25,000 pesos por persona. Para muchas familias, eso es una carga difícil de sostener. Y en comunidades rurales o marginadas, donde hay poco acceso a productos o a educación menstrual, la situación se vuelve todavía más injusta.

¿Y entonces, qué opciones hay?
Las alternativas sostenibles existen, pero no siempre están al alcance. La copa menstrual, por ejemplo, puede durar hasta 10 años y tiene una huella ambiental muy baja. Las toallas de tela reutilizables también han ganado terreno por ser lavables y accesibles a largo plazo. Ambas opciones reducen residuos y pueden ser una inversión inteligente.
Sin embargo, no todo es tan simple. La copa requiere acceso a agua limpia y condiciones higiénicas para su uso seguro. Las toallas de tela necesitan un proceso de lavado constante y no siempre son viables si no hay privacidad o tiempo. También existen opciones biodegradables de un solo uso, aunque suelen ser más caras y no eliminan del todo el problema del desecho.
Lo sostenible, entonces, no es solo lo que contamina menos: es lo que se puede usar con seguridad, dignidad y conocimiento. En México, algunas leyes han empezado a avanzar hacia la gratuidad de productos en escuelas públicas. Pero aún falta hablar más de las opciones, romper mitos y, sobre todo, permitir que cada quien elija de forma libre e informada.
La sostenibilidad no es una meta perfecta, es un camino que se construye paso a paso, con decisiones pequeñas pero valientes. Porque sí, menstruar es natural. Pero también puede ser consciente, digno y sin tanta carga ambiental. Y si algo está claro, es que cuando las mujeres empezamos a cuestionar lo que se da por sentado, se abren caminos nuevos.
Referencia de la noticia
Fourcassier, S., Douziech, M., Pérez-López, P., y Schiebinger, L. (2022). Menstrual products: A comparable Life Cycle Assessment. Cleaner Environmental Systems, 7