La noche estrellada y otros cielos turbulentos de Van Gogh

En los últimos años de su corta vida, el pintor postimpresionista Vincent Van Gogh pintó muchos cielos turbulentos, como el de su icónica obra "La noche estrellada". Aquí te los mostramos.

La noche estrellada
La noche estrellada (1889) Vincent van Gogh © Metropolitan Museum of Art (MoMA), Nueva York.

El genial pintor Vincent Van Gogh (1853-1890) no gozó de una buena salud mental. Dicha circunstancia hizo que tuviera una vida turbulenta; igual de agitada que los cielos que aparecen en muchos de sus últimos cuadros. Esa fue la manera en que dejó plasmado su complicado mundo interior, lleno de fuertes altibajos emocionales y crisis que le llevaron a un callejón sin salida, hasta su muerte prematura, a la edad de 37 años.

Desvelando los secretos de La noche estrellada

En junio de 1889 Van Gogh pintó su famoso cuadro La noche estrellada desde la habitación del sanatorio de Saint-Rémy, en la Provenza, cerca de la localidad francesa de Arles, donde el artista ingresó voluntariamente debido a sus ataques epilépticos. Tan lamentable estado le sumió aún más en la depresión que le acompañó toda su vida, como consecuencia de la enfermedad mental que padecía.

La escena representa la panorámica que veía el pintor desde el ventanuco de su estancia, su única visión del mundo exterior. El interés de Van Gogh por la noche, las estrellas y la luz de luna no se limita a este cuadro, ya que pintó varios de temática parecida.

En este lienzo encontramos diferentes elementos simbólicos, como el oscuro ciprés de la parte izquierda, que alude a la muerte, en contraposición al luminoso y sugerente cielo, dotado de movimiento, que conforma el inconmensurable firmamento; el destino final de los hombres.

En palabras del propio Van Gogh: “Por mi parte no sé nada a ciencia cierta, pero sí sé que contemplar las estrellas me hace soñar: Me pregunto si los puntos brillantes del cielo no podrían ser tan accesibles como los puntos negros que salpican el mapa de Francia. Igual que un tren nos lleva a Tarascón o Ruan, la muerte nos lleva a las estrellas”.

Las dos grandes espirales nebulosas entrelazadas entre sí bien podrían estar sugiriéndonos el carácter turbulento de la atmósfera (su dinámica), y estarían motivadas por sus problemas mentales, tal y como comentamos. Las estrellas que tachonan el cielo las sobredimensiona el artista, seguramente para remarcar la pequeñez de los hombres frente al cosmos.

Van Gogh resalta y sobredimensiona el tamaño el tamaño de las estrellas para comparar la inmensidad del universo frente a la pequeñez del ser humano.

La Luna, pintada de un color naranja irreal que nos recuerda más al Sol que a nuestro satélite natural, está rodeada de una brillante aureola, lo mismo que el lucero del alba –Venus–, representado sobre el horizonte junto al ciprés, en este caso de intenso color blanco. El ancho sendero luminoso que recorre la línea del horizonte nos sugiere la luz crepuscular, estando el pueblo de la parte inferior sumido en la oscuridad.

Turbulencias en los cielos y en los campos

Los campos de trigo son un motivo recurrente en las pinturas que el artista llevó a cabo en la etapa final de su vida. Las tierras cultivadas y los trabajos de la gente del campo centraron su atención durante su estancia voluntaria en el manicomio de Saint-Paul-de-Mausole, en Saint-Rémy. Las pinturas que pintó desde allí, mirando a través de la ventana, fueron su conexión con la naturaleza y con el mundo rural.

Campo de trigo con cipreses
Campo de trigo con cipreses (1889) Vincent van Gogh © Metropolitan Museum of Art, Nueva York.

Van Gogh pintó tres versiones distintas de Campo de trigo con cipreses. La que acompaña estas líneas es la primera de ellas y la llevó a cabo a finales de junio o primeros de julio de 1899; días antes de pintar La noche estrellada. Es probable que el artista pintara al aire libre la presente escena de verano, fuera de las cuatro paredes de su habitación-celda en el manicomio.

Tal y como escribió en una carta a su hermano Theo, fechada el 2 de julio de 1889: “Tengo un lienzo de cipreses con algunas espigas de trigo, algunas amapolas, un cielo azul como un retal de cuadros escoceses (…) y un dorado trigal, que representa el calor extremo, bastante intenso”.

Las sinuosas formas nubosas que surcan el cielo son uno de los elementos más llamativos del cuadro. En esa agitada y desordenada atmósfera se llegan a adivinar gruesos cúmulos, destacando por su blancura, frente a los tonos azulados que dominan el resto de paisaje celeste. Varios de ellos emergen por encima del perfil recortado de los Alpilles, unos montes de la región francesa de la Provenza.

Paisaje desde Saint-Rémy
Paisaje desde Saint-Rémy (1889) Vincent van Gogh © Ny Glyptotek Carlsberg, Copenhague.

Encontramos otro notable ejemplo de nubes gruesas y turbulentas en Paisaje desde Saint-Rémy (1889), que está expuesto en la Ny Glyptotek Carlsberg, en Copenhague, Dinamarca (museo que le recomiendo visitar si no lo conoce). En este lienzo, además, las pinceladas sueltas dotan de movimiento a la hierba del campo que aparece en primer plano, que se arremolina de forma caótica, tal y como vemos que ocurre cuando sopla el viento, debido a la rafagosidad del mismo y, en definitiva, a su carácter turbulento.

Dos de las últimas obras del artista, pintadas poco antes de morir, en 1890, son Campo de trigo bajo un cielo tormentoso y Campo de trigo con cuervos. El aspecto sombrío y dramático del cielo que aparece en ambos lienzos refleja el carácter atormentado, la tristeza y la profunda soledad que marcaron los últimos años de vida de este genio de la pintura.