De herramienta de evangelización a tradición mexicana: el teatro que unió cultura, fe y humor navideño
Desde hace más de 400 años, las fiestas navideñas son una expresión que ha acompañado al pueblo mexicano. Históricamente constituyen un factor de sincretismo, pues en ellas se conjuntan elementos de la tradición indígena y española.

Las pastorelas son una tradición muy popular en México en temporada navideña ya que nos va preparando para celebrar la Navidad. Según el Colegio Hispano Americano, las pastorelas son representaciones teatrales, obras de teatro, que cuentan con elementos como diálogos, cantos, música con un toque de comedia en la mayoría de ellas.
La pastorela evoca la adoración que, según el Evangelio de San Lucas, personificaron los pastores, a quienes se les anunció el nacimiento de Jesús y se les pidió que fueran portadores de la noticia y que fueran a adorarle.
Las órdenes religiosas que llegaron a México como los franciscanos y los jesuitas se dieron a la tarea de evangelizar a los pobladores y la mejor manera para hacerlo era con el teatro, la cual fue una excelente herramienta para transmitir el mensaje evangelizador.
De hecho, los indígenas ya estaban acostumbrados a las representaciones teatrales y expresiones poéticas, lo cual facilitó mucho la tarea de los misioneros. Para evangelizar, los misioneros se valieron de los autos sacramentales, que son obras de teatro con pasajes bíblicos y también sobre la vida de santos.

Posteriormente, los autos sacramentales pasaron a representar el misterio del Nacimiento de Cristo, teniendo a los pastores como personajes en el desarrollo de la obra, pero también se fueron incluyendo las ideas del bien y del mal, con los ángeles y demonios. Posteriormente, se les comenzó a llamar pastorelas.
Misioneros impulsores de la evangelización
Los jesuitas fueron la orden religiosa clave para impulsar esta forma de evangelizar con las pastorelas en México, la cual llegó a México en 1572. Incluso se reconoce que muchos jesuitas fueron autores de las pastorelas, que en aquel entonces se llamaban autos o coloquios.
En el blog de Xochitla explica que la primer pastorela escrita y montada en México fue La Adoración de lo Reyes Magos, escrita por el fray Andrés de Olmos, en 1550. Fue escrita en náhuatl para facilitar la conexión con los nativos.
En el siglo XX se cambió el lenguaje culto del escritor Fernández de Lizardi por expresiones más populares, cercanas al pueblo y a las críticas políticas y sociales. Para los evangelizadores no fue difícil instituir el drama litúrgico, ya que los indígenas estaban acostumbrados a representar en forma plástica lo concerniente a los ritos de los dioses que adoraban.
Las pastorelas regularmente se realizan en el tiempo de adviento, es decir, durante cuatro semanas previas a la celebración de Navidad. A partir de las posadas, las festividades navideñas convocan a la reunión con la familia, amigos y vecinos.
Posadas navideñas
En la página del Gobierno de México explica una de las integrantes de la Dirección General de Culturas Populares, Indígenas y Urbanas de la Secretaría de Cultura, Amparo Rincón Pérez, que las posadas, que inician el 16 y concluyen el 24 de diciembre con el Nacimiento del Niño Jesús, simbolizan los nueve meses de embarazo de la Virgen María.
De acuerdo con la etnohistoriadora, en México el origen de las posadas data de 1587, cuando fray Diego de Soria, prior del Convento de San Agustín de Acolman, en el Estado de México, le pidió una bula o permiso al Papa Sixto V para celebrar las misas de aguinaldo, que tenían como propósito persuadir a todo el pueblo a participar en la celebración de la Navidad o Nacimiento de Jesús.
Siglos más tarde, en el XVIII, se adoptó la costumbre de designar a nueve vecinos para que organizaran las posadas y que una procesión llegara a sus casas en compañía de imágenes de la Virgen y San José. “Para hacer más alegre la recepción, se crearon las letanías –cantos para pedir y dar posada–. Ambos grupos, los peregrinos y los moradores, las entonaban”, comentó la etnóloga.
El ritual de los cantos concluye cuando se abren las puertas a los peregrinos para darles alojo. Pero no termina ahí. Los posaderos reciben a los visitantes con una gran bienvenida, entre luces de bengala y silbatos. Rodeados de adornos, junto al Nacimiento y el árbol de Navidad, les ofrecen el tradicional ponche, además de antojitos y otros alimentos como los buñuelos con piloncillo o azúcar.