Detectan una reversión importante de la circulación oceánica en el océano Austral, con implicaciones climáticas clave

La circulación en el Océano Austral no solo se debilita, en algunas regiones ¡ha comenzado a invertirse! ¿Podría este hallazgo transformar el clima global más rápido de lo que pensábamos?

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Esquema simplificado de la Circulación Meridional Oceánica, o gran cinta transportadora de los océanos. Imagen tomada de NOAA

Tanto el agua como el aire están en movimiento alrededor del planeta, básicamente interconectados. Todo cambio en la atmósfera repercute en el océano, y viceversa. Retroalimentándose constantemente y cambiando, siempre en movimiento.


La Circulación Meridional de Vuelco (MOC, por sus siglas en inglés) es un sistema de corrientes oceánicas a gran escala que transporta el calor, la sal, el carbono y los nutrientes por los océanos del mundo.

Pero el movimiento, aunque incontenible, no es constante. El pulso que movía calor, nutrientes y carbono entre las profundidades y la superficie del planeta está cambiando. Científicos europeos y estadounidenses lo documentaron en el Océano Austral: lo que antes ascendía ahora se hunde.

El Océano Austral no es solo remoto, frío y hogar de pingüinos. Es clave en el sistema climático global ya que absorbe cerca del 40 % del calor oceánico acumulado en las últimas décadas, siendo la entrada principal del calor al océano profundo. Además, captura cerca de un tercio del dióxido de carbono (CO2) emitido por actividades humanas.

En el sur remoto del planeta, monitorear los cambios oceánicos es muy complejo. Por esto, el valor de las herramientas de monitoreo que propone este nuevo estudio. No solo aportan nuevas piezas en el rompecabezas del cambio climático, también replantean el papel del Océano Austral en el sistema climático global.

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La Antártida alberga cerca del 90 % del hielo del planeta y se ha observado una disminución sin precedentes desde 2016.

El hallazgo, publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences y divulgado por el Instituto de Ciencias del Mar (ICM-CSIC), sugiere que la circulación oceánica en el hemisferio sur no solo se debilita, sino que en algunas regiones ha experimentado una reversión parcial con cambios profundos con un potencial impacto a escala mundial.

Insólito y más salado

Durante décadas, la superficie del Océano Austral —el anillo de agua que rodea la Antártida, debajo de los 50° Sur— se volvió cada vez más dulce. Un proceso de desalinización debido al deshielo y al aumento de las lluvias en la región, que diluyó la sal del agua. Lo que dificultaba que el calor acumulado en las profundidades subiera a la superficie.

Paradójicamente, esto contribuyó a que el hielo marino se mantuviera o incluso creciera en ciertas regiones; reduciendo la formación de polinias (grandes áreas de agua abierta entre hielos). Sin embargo, nuevas observaciones satelitales muestran que desde 2015, esta tendencia ha cambiado de manera significativa.

Desde el 2015, la salinidad superficial aumentó en el Océano Austral, debilitando la estratificación que actuaba como barrera del calor desde el océano profundo

La salinidad superficial —la cantidad de sales disueltas (en gramos) en un kilogramo de agua de mar— aumentó en casi todo el Océano Austral. Esto debilitó la estratificación (la división del océano en capas con distinta salinidad y temperatura) que funcionaba como una barrera al ascenso del calor de las profundidades.

Representación del aumento de la salinidad superficial (tonos rojos) en el Océano Austral desde el 2016 en el mes de febrero. Imagen adaptada de Silvano et al., 2025.

Un equilibrio roto, que disminuye la extensión del hielo marino antártico, pero además, permitió que reapareciera la polinia de Maud Rise en el mar de Weddell, una zona de aguas abiertas que no se observaba desde la década de 1970.

Y ahora fluye al revés

Las repercusiones de este cambio en la composición del agua van más allá de agua más salada y menos hielo en la Antártica. La circulación oceánica profunda del hemisferio sur —conocida como SMOC, por sus siglas en inglés— ahora está funcionando a la inversa en algunas regiones. En lugar de hundirse, el agua superficial está siendo reemplazada por masas profundas que ascienden.

Según Antonio Turiel, investigador del ICM-CSIC y coautor del estudio, estamos ante una auténtica inversión de la circulación oceánica en el hemisferio sur, algo que nunca habíamos observado.

El ascenso de las aguas profundas hacia la superficie, arrastra consigo calor y CO2 que habían permanecido atrapados durante siglos. La SMOC más que debilitarse, experimenta una reversión parcial o localizada en ciertas zonas. Este cambio puede tener un impacto climático global sin precedentes.

Los efectos ya son evidentes. El ascenso de aguas profundas, más cálidas y cargadas de dióxido de carbono, impulsan la rápida disminución del hielo marino en el Océano Austral, que alcanzó récords en 2023. Además, a largo plazo, este proceso podría duplicar las concentraciones actuales de CO2 atmosférico.

Gracias a las mediciones de satélites, los científicos pueden ahora vigilar en tiempo real estos cambios. Entender lo que pasa urge. El estudio advierte que el Océano Austral podría estar entrando en una etapa con menor cobertura de hielo de forma persistente.

Su transformación podría acelerar el calentamiento global y alterar los ecosistemas marinos que dependen de la estabilidad del hielo. Además, podrían desencadenarse efectos en cadena que afecten otros sistemas de corrientes, como la AMOC en el Atlántico Norte. Esto, a su vez, repercute sobre el clima de Europa, América y de muchas otras zonas del planeta.

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