Día Mundial para la Prevención de los Ahogamientos 2025: "Cualquiera puede ahogarse; pero a nadie debería sucederle"
El agua alegra, refresca y calma, pero, a veces también arrebata. Lo que debería ser alegría se convierte, demasiadas veces, en tragedia. Volvamos al agua con respeto y con responsabilidad.
Vivir cerca del agua y darse un chapuzón cuando el calor aprieta es un privilegio que refresca cuerpo y alma; pero también implica una gran responsabilidad. Lamentablemente, cada hora, de cada día, más de 30 personas pierden la vida por ahogamiento. Cifras que calan y duelen.
Bien sean niños pequeños que caen accidentalmente en una piscina, pozo o charca; adolescentes que nadan bajo los efectos del alcohol o las drogas; pasajeros de embarcaciones que naufragan; o habitantes de comunidades costeras afectadas por inundaciones. El número de víctimas que diariamente se cobra esta importante causa de mortalidad sigue aumentando.
Los ahogamientos son la tercera causa de muerte por traumatismo no intencional en el mundo y suponen un siete por ciento de todas las muertes relacionadas con traumatismos. Y la mayoría ocurren en países de bajos y medianos ingresos, en entornos cotidianos como ríos, pozos o tanques de agua.
Accidentes que vienen desde lo cotidiano y que, en su mayoría, podrían evitarse con medidas simples. Por eso, cada 25 de julio se conmemora el Día Mundial para la Prevención de los Ahogamientos, impulsado por la ONU desde 2021, como una llamada a la acción para prevenir miles de muertes evitables.
De la mano de la ONU y la Organización Mundial de la Salud (OMS), hablemos sobre lo que sabemos del ahogamiento y su prevención. Y sí, urge intensificar las medidas y los recursos destinados a reducir el inaceptable número de víctimas que provoca, particularmente entre los niños y los adolescentes.
Cuando el aire no alcanza y la prevención tampoco
Primero, definamos ahogamiento como el proceso que impide la respiración a causa de la sumersión o inmersión en un líquido. Y ahora, asumámoslo también como un problema de salud pública ampliamente desatendido. Desatención y descuido que se extienden a las actividades de prevención, las políticas y la investigación.
El ahogamiento no distingue fronteras ni clases sociales. Pero el 92% de las muertes por ahogamiento no intencional ocurren en países de ingresos medianos y bajos. Cifras que equivalen a las dos terceras partes de las personas afectadas por malnutrición y superan ampliamente a quienes padecen paludismo; pero, a diferencia de estos problemas, están ampliamente desatendidas.
Las cifras preocupan. Según datos de la OMS, en todo el mundo, las máximas tasas de ahogamiento se registran entre niños de 1 a 4 años, seguidos por los niños de 5 a 9 años. Asimismo, las tasas de ahogamiento en hombres son al menos el doble que las de mujeres.
En la primera infancia, la falta de barreras que controlen la exposición a masas de agua y la falta de supervisión adecuada y estrecha de los lactantes y niños pequeños entrañan un riesgo de ahogamiento. Sumémosle a ello, la falta de capacidad para nadar y el desconocimiento de los peligros del agua.

Asimismo, los comportamientos de alto riesgo, en particular el consumo de alcohol durante actividades relacionadas con masas de agua, supone un riesgo para jóvenes y adultos. Otros factores de riesgo son el transporte por agua y los cruces de cursos de agua, la falta de abastecimiento de agua potable y las inundaciones.
Lo primero es prevenir (y lo segundo también)
Aunque el ahogamiento es una causa global de muerte, su prevención es posible y completamente alcanzable. Existen medidas probadas y factibles que van desde acciones comunitarias simples hasta políticas nacionales más robustas.
1. Prevenir desde lo cotidiano
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Instalar barreras físicas alrededor de pozos, canales, albercas y cualquier masa de agua para limitar el acceso, especialmente a niños pequeños.
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Crear espacios seguros para la infancia, como guarderías alejadas del agua, con personal capacitado en atención infantil (no solo previenen ahogamientos, también generan beneficios en el desarrollo temprano).
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Enseñar a nadar y salvar vidas: programas escolares que incluyan natación, seguridad acuática y técnicas básicas de salvamento pueden marcar la diferencia entre la vida y la muerte.
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Capacitar a la comunidad: padres de familia, vecinos, transeúntes, pueden ser los primeros en responder ante accidentes si reciben formación en rescate seguro y reanimación cardiopulmonar (RCP).
- Mejorar la sensibilización pública respecto al ahogamiento y poner de relieve la vulnerabilidad de los niños.
2. Políticas y legislaciones eficaces
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Legislar con enfoque preventivo: establecer y aplicar reglamentos para la seguridad de las embarcaciones, el transporte por agua y los transbordadores.
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Integrar la gestión del riesgo de inundaciones con medidas de prevención de ahogamientos, especialmente en zonas costeras o riberas de ríos, presas, y demás zonas vulnerables.
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Diseñar un plan nacional de seguridad en el agua, que articule esfuerzos de salud, protección civil, educación y desarrollo social.
3. Investigación y coordinación multisectorial
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Impulsar estudios específicos para generar conocimiento y diseñar intervenciones más eficaces, sobre todo en las regiones más vulnerables.
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Vincular la prevención de ahogamientos con agendas globales como cambio climático, migraciones humanas y salud infantil.
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Mejorar la coordinación entre sectores: salud, educación, protección civil, desarrollo social y transporte deben trabajar juntos, no en paralelo.
Urge actuar. Hagámoslo por nuestros hijos, por nuestros jóvenes, por los
que vienen detrás. Por un futuro donde la vida no se apague en segundos
por causas que SÍ tienen solución. Actuemos juntos, por un mundo donde
la fragilidad no sea destino, y donde lo evitable, simplemente no
suceda.
Referencia de la noticia
OMS. 2024. Global Status Report on Drowning Prevention 2024.