La mandarina aparece con el frío, y es justo cuando nuestro cuerpo la necesita: ¿Coincidencia natural?

Si eres de las que personas que en temporada de invierno, suele resfriarse constantemente un fabuloso cítrico, como la mandarina puede ayudarte a reforzar tu sistema inmune.

Comer mandarinas en estos días que comienza a sentirse el frío puede protegerte contra enfermedades.
Comer mandarinas cuando comienza el frío puede protegerte contra enfermedades.

Las primeras mandarinas del otoño, con la piel aún moteada de verde, anuncian la llegada del frío. Y qué mejor época para comerlas que estos meses en los que el organismo justamente necesita más de su riqueza en vitaminas antioxidantes. En la página del gobierno de México, destaca que su dulzor, su escaso grado de acidez y la suavidad de su pulpa la hacen deliciosa.

Además resultan tan fáciles de pelar y de comer que se han convertido en una de las frutas predilectas de los niños. Porque además de comerse así, prácticamente recién cortada, se puede hacer agua, nieve, té, pastel, snack, jugo, mermelada, gelatina, yogurth, en ensalada entre muchos productos más.

Los mandarinos, según la mitología cubrían la cordillera del Atlas y crecían en el jardín de las Hespérides. Sin embargo, su origen real se sitúa en Indochina y el sur de China, donde las primeras referencias a su cultivo se remontan al siglo XII AC. Se cree que su nombre se debe al color de los trajes que vestían los mandarines –gobernantes de la antigua China–.

Como sus parientes cítricos, la naranja, el pomelo y el limón, lima, su pulpa está formada por numerosas vesículas llenas de jugo rico en vitamina C, flavonoides, betacaroteno y aceites esenciales. Aunque hay otros frutos más ricos en vitamina C como la naranja, o el tejocote, su aporte no deja de ser considerable y se acompaña de una mayor presencia de betacaroteno o provitamina A.

Reduce el riesgo de infecciones respiratorias, también es considerada como antioxidante.
Reduce el riesgo de infecciones respiratorias, también es considerada como antioxidante.

Un par de mandarinas cubren aproximadamente la mitad de las necesidades diarias de vitamina C y el 10 por ciento del betacaroteno o provitamina A. También es rica en ácido fólico: 100 gramos aportan el 40 por ciento del que se precisa al día. Los folatos intervienen en la producción de glóbulos rojos y blancos, la síntesis de material genético y la formación de anticuerpos.

También contiene pequeñas dosis de B1, B2 y B6.

El mineral que más abunda en la mandarina es el potasio, necesario para la generación y transmisión de los impulsos nerviosos, la actividad muscular y el equilibrio hídrico de las células. También aporta calcio y magnesio y, en menor cantidad, hierro, zinc y fósforo. La fibra de la mandarina –sobre todo pectina– ayuda a prevenir el estreñimiento, las enfermedades cardiovasculares y el cáncer de colon.

Ingredientes que dan salud

Según la Secretaría de Salud, sus nutrientes contribuyen a prevenir enfermedades del corazón, infecciones, anemias, alergias y diabetes, convirtiéndola en un alimento ideal para mantener el bienestar durante los meses fríos. Esta fruta es una poderosa aliada para la salud, especialmente en temporada invernal, cuando el sistema inmunológico necesita un refuerzo.

También favorece la producción de colágeno que ayuda a mantener la firmeza y elasticidad natural del rostro y durante el frío, cuando la piel suele resecarse, la mandarina actúa como una aliada para la piel. La mandarina contiene fibra natural, especialmente en los gajos y en la membrana blanca que recubre cada segmento, este tipo de fibra ayuda a regular la digestión y previene el estreñimiento.

Y por si fueran pocos los beneficios, también su aroma se vé beneficiado ya que el aroma cítrico de la mandarina tiene propiedades relajantes que lo hacen uno de los ingredientes más utilizados en aromaterapia para reducir el estrés y la ansiedad. Al comer mandarina o simplemente oler su cáscara puede ayudar a mejorar el estado de ánimo, reducir la tensión y favorecer el descanso.