Los compuestos tóxicos pueden filtrarse de las latas a tu plato. Aquí te contamos cómo evitarlos
Prácticos y duraderos, los alimentos enlatados esconden sustancias químicas con efectos insidiosos para nuestra salud. Esto es lo que necesita saber para tomar mejores decisiones… y actuar mejor.

Los alimentos enlatados están en todas partes: en nuestros armarios, en nuestras bolsas de senderismo y en nuestras abarrotadas despensas estudiantiles. Conservan eficazmente los nutrientes, son reciclables y permiten el consumo fuera de temporada.
En resumen, parecen perfectos. Sin embargo, ciertas sustancias químicas contenidas en sus paredes pueden migrar a los alimentos y, por tanto, a nuestro organismo.
Esta realidad, aunque discreta, está siendo hoy examinada con lupa por la comunidad científica, en particular por el grupo de investigación FoodChemPack de la Universidad de Santiago de Compostela.
Un sistema bien engrasado, pero no sin defectos
Antes de llegar a nuestros estantes, los alimentos pasan por todo un proceso antes de ser enlatados: escaldado, enlatado y luego calentamiento a más de 100 °C para eliminar las bacterias. Dentro de las latas de metal, una capa protectora evita que los alimentos entren en contacto directamente con el aluminio o el acero.
Esta barrera, a menudo hecha de resinas epoxi, juega un papel clave en la conservación de los alimentos... pero también en su contaminación.
Estas resinas a menudo contienen bisfenol A (BPA), un compuesto químico utilizado desde el siglo XIX en la fabricación de plásticos y resinas. Los hace resistentes al calor y a la corrosión, y permite una buena adhesión a las superficies metálicas.
El BPA está por tanto omnipresente: latas, botes, utensilios de cocina, tazas, vasos, teléfonos, juguetes, etc. Se utiliza en casi sesenta sectores industriales según la Agencia Nacional de Seguridad Alimentaria, Medio Ambiente y Salud en el Trabajo (ANSES).
Un peligro real
Según los investigadores, la biodisponibilidad de estas sustancias, es decir, la porción realmente absorbida por el organismo, aumenta significativamente cuando se consumen con alimentos ricos en grasas (atún en aceite, platos en salsa). El BPA pasa fácilmente a los alimentos, especialmente cuando se calienta la lata.
Al simular la digestión humana mediante el protocolo INFOGEST, observaron también que los niños y los ancianos, con un pH gástrico más elevado, serían más vulnerables. La migración química de estas sustancias a los alimentos está bien documentada.
Incluso si las dosis son bajas, el efecto cóctel, una acumulación de varias sustancias disruptivas, aumenta los riesgos. El BPA imita al estrógeno e interfiere con nuestro sistema hormonal, incluso en dosis muy bajas. André Cicolella, toxicólogo y autor de Toxic Planet, lleva años advirtiendo sobre esta insidiosa amenaza para la salud.
Los efectos sospechosos, observados principalmente en animales pero corroborados por datos epidemiológicos, son preocupantes: reducción de la fertilidad masculina, pubertad precoz, trastornos metabólicos, daños al sistema inmunitario, efectos sobre el cerebro y el comportamiento, cánceres hormonodependientes (mama, próstata).
También atraviesa la barrera placentaria, por lo que la exposición es especialmente preocupante para las mujeres embarazadas y los niños pequeños.
Las regulaciones tardan en implementarse
El BPA está prohibido en los biberones desde 2011, luego en todos los envases alimentarios en Francia desde 2015, y está prevista su prohibición a partir de 2013 para los productos destinados a niños menores de 3 años.
Pero la ley tardó mucho tiempo en implementarse. Y durante este período de transición, la población permaneció expuesta. Peor aún, algunos sustitutos del BPA, como el ciclo-di-BADGE, aún no han sido evaluados toxicológicamente en su totalidad.
Desde el 1 de enero de 2024, la Comisión Europea ha prohibido el uso de BPA en todos los materiales en contacto con alimentos. Progreso, sin duda, pero las alternativas no siempre están exentas de riesgos, debido a la falta de perspectiva científica.
¿Cómo podemos reducir los riesgos?
¿Deberíamos entonces prohibir todos los alimentos enlatados? No necesariamente. Se trata más bien de adoptar algunos reflejos simples para limitar la exposición:
- Nunca caliente una lata de alimento en su envase original
- Evite consumir el líquido (aceite, salsa) contenido en las latas
- Favorecer frascos de vidrio, alimentos frescos, congelados o fermentados.
- Inspeccione las cajas: rechace aquellas que estén abolladas u oxidadas.
- Evite las comidas preparadas en envases de plástico, especialmente para los niños
- Utilice utensilios de vidrio, acero inoxidable o porcelana, especialmente para calentar alimentos
Las plataformas en línea ofrecen alternativas seguras, como botellas de agua, ensaladeras y loncheras.
Referencia de la noticia:
The Conversation. (2025, 30 mai). Harmful chemicals often migrate into tinned food – here’s how to avoid eating them.