Más allá del aterrizaje: alunizajes, aterrizajes y otras llegadas épicas

En la exploración espacial, llegar a destino no siempre es aterrizar. Desde los alunizajes hasta los criozajes, exploramos los términos que describen las hazañas más audaces de la humanidad en el espacio.

Los astronautas de la NASA Nick Hague, Suni Williams, Butch Wilmore amerizaron frente a la costa de Tallahassee, Florida, el 18 de marzo de 2025. Crédito: NASA/Keegan Barber

Cuando pensamos en una nave espacial que llega a su destino, usualmente decimos que “aterriza”. Este término ha sido el más usado desde los inicios de la aviación, pues describe el contacto con la superficie de la Tierra, pero en el contexto espacial, podemos expandir su significado.

Aterrizar implica atravesar una atmósfera, frenar y posarse de forma controlada en el planeta Tierra, esto involucra fricción atmosférica, paracaídas y tecnología de precisión como las misiones de retorno humano, ejemplos de éstas son las cápsulas de SpaceX o las antiguas del Apolo que ilustran este proceso con exactitud.

Sin embargo, no todas las llegadas ocurren sobre tierra firme pues algunas naves espaciales finalizan su trayecto en el océano, en un proceso llamado amerizaje. Este tipo de descenso fue común durante las primeras misiones tripuladas, aprovechando el mar como una enorme pista de descenso amortiguada.

Ya desde aquí se empieza a notar la riqueza de términos según el lugar de llegada, donde cada palabra cuenta una historia diferente y precisa, relacionada no sólo con el lugar, sino con la tecnología necesaria para hacerlo posible.

El comandante del Apolo 11, Neil Armstrong, bajando del módulo lunar. Crédito: NASA

Cuando la Luna fue el destino

El término alunizaje se volvió mundialmente famoso en 1969, cuando Neil Armstrong dio su primer paso sobre la Luna, pues fue la primera vez que una nave tripulada descendió exitosamente sobre otro cuerpo celeste y desde entonces, el alunizaje se convirtió en sinónimo de hazaña tecnológica.

Pero llegar a la Luna no fue simple ya que la falta de atmósfera impidió usar paracaídas, por lo que se requirieron retrocohetes para frenar el descenso. Los módulos lunares debían ser ligeros, precisos y autónomos, es por esto que las misiones Apolo marcaron un antes y un después en ingeniería aeroespacial.

Hoy en día, el término “alunizaje” se usa también para misiones robóticas, como las recientes sondas chinas Chang’e o de la India Chandrayaan-3. Aunque sin tripulación humana, estos descensos siguen representando logros tecnológicos de primer nivel y amplían nuestro conocimiento lunar.

Con futuras misiones como Artemis, que planea enviar astronautas nuevamente a la superficie lunar, el alunizaje recobra su lugar central en la narrativa espacial contemporánea, lleno de posibilidades científicas y geológicas.

Otros mundos, nuevos términos

Cuando una nave aterriza en Marte, no decimos que aterriza ni que aluniza, sino que amartiza. Dicho término surgió desde los años setentas del siglo pasado, con misiones como Viking, Spirit, Curiosity y Perseverance, donde el éxito del descenso depende de paracaídas supersónicos, grúas aéreas y tecnología autónoma de navegación.

Marte tiene atmósfera, pero muy delgada. Esto complica el frenado aerodinámico y exige sistemas híbridos. Las misiones deben calcular con precisión altitud, velocidad y condiciones del terreno, para que el amartizaje no se convierta en un accidente interplanetario.

Ilustración que muestra el amartizaje del rover Perseverance de la NASA. Crédito: NASA/JPL-Caltech.

También existen términos para otros destinos. Por ejemplo, acometizaje describe el descenso sobre un cometa, como hizo la sonda Philae en 2014 sobre el cometa 67P. A pesar de los fallos técnicos, fue el primer contacto exitoso con un objeto tan pequeño y lejano.

El criozaje, se refiere al descenso sobre superficies heladas, como las de las lunas de Saturno y Júpiter: Encélado y Europa respectivamente. Aunque aún no ha ocurrido, este término anticipa las futuras misiones que explorarán océanos bajo capas de hielo, en busca de vida como Europa Clipper.

Lenguaje para la exploración del cosmos

Como vemos, cada término de descenso espacial encierra sus propios retos, un diseño y una planeación distinta. No es lo mismo alunizar en silencio sobre regolito, que amerizar en el Pacífico tras días de órbita terrestre, por lo que el lenguaje técnico refleja la diversidad de destinos y desafíos.

A medida que la exploración espacial avanza, surgirán más términos. Por ejemplo, un avenusizaje en Venus como lo lograron las naves soviéticas Venera 1 y 2 o asteroizaje sobre un asteroide como lo hicieron la misión japonesa Hayabusa o la misión OSIRIS-REx de la NASA.

Aunque no todos están oficialmente reconocidos, su uso se populariza entre científicos, divulgadores y entusiastas del espacio. Además del valor lingüístico, estas palabras ayudan a comunicar la complejidad de las misiones. No basta decir “llegó una nave”, sino cómo lo hizo, dónde, y qué implicó su arribo.

Es por esto que el lenguaje espacial es parte del patrimonio científico-cultural moderno, pues más allá del simple aterrizaje, el cosmos nos invita a descubrir nuevas formas de llegar. Con cada nuevo término, celebramos no sólo un contacto físico, sino un puente entre mundos, una conquista del conocimiento y un paso más hacia lo desconocido.