Supernovas podrían haber sembrado nuevas galaxias con planetas parecidos a la Tierra

Investigaciones recientes sugieren que potentes explosiones estelares bañan los sistema estelares con elementos radiactivos fundamentales, permitiendo así que planetas rocosos y secos como la Tierra sean extremadamente comunes hoy.

Desde hace tiempo se sabe que las explosiones de supernova permean el medio interestelar.

Durante años, los astrónomos nos hemos preguntado qué tan común es un planeta como la Tierra en la galaxia, no sólo por su tamaño, sino por su delicado equilibrio entre roca y agua, un factor esencial para la habitabilidad a largo plazo.

En los primeros instantes del sistema solar, la protoestrella que se convertiría en el Sol estaba rodeada por un disco de gas y polvo donde pequeños cuerpos, conocidos como planetesimales, comenzaban a ensamblarse lentamente como piezas de un lego cósmico todavía inestable y cambiante.

Para transformarse en planetas sólidos y relativamente secos, esos cuerpos primitivos necesitaban una fuente intensa de calor interno, capaz de evaporar gran parte del agua atrapada durante su formación temprana en las regiones frías del sistema solar.

Ese calor no podía provenir del recién nacido Sol, sino de elementos radiactivos de vida corta, sustancias inestables que liberaban energía al desintegrarse y que hoy día sólo podemos rastrear mediante su huella química preservada en meteoritos antiguos.

Cuando nace una estrella se crea un disco de acreción debido a la conservación del momento angular.

Entre todos ellos, el aluminio-26 jugó un papel crucial, ya que su desintegración temprana, de acuerdo con una nueva investigación, puede explicar por qué la Tierra terminó siendo un mundo rocoso con océanos moderados, y no un planeta cubierto por mares profundos y permanentes.

Un problema sin resolver: supernovas al rescate!

Durante décadas, la explicación más aceptada fue que una supernova cercana había inyectado directamente elementos radiactivos de vida corta en el disco protoplanetario que rodeaba al Sol durante sus primeros millones de años de existencia.

Sin embargo, esta idea enfrentaba un problema grave, pues para aportar suficiente aluminio-26, la explosión debía ocurrir tan cerca que habría destruido y evaporado por completo el delicado disco donde se estaban formando los planetas.

Las simulaciones revelaban una contradicción incómoda, o la supernova estaba lo bastante lejos para no arrasar el sistema solar naciente, o lo bastante cerca para aportar los elementos necesarios, pero no ambas condiciones al mismo tiempo.

Así, los modelos tradicionales no lograban explicar cómo el sistema solar obtuvo su carga radiactiva inicial sin haber sido devastado, dejando abierta una pregunta fundamental sobre el origen térmico de los planetas rocosos.

Una nueva forma de sembrar planetas

Para resolver este dilema, el astrofísico Ryo Sawada y su equipo propusieron un mecanismo innovador llamado “inmersión cósmica”, que replantea de forma profunda la manera en que las supernovas interactúan con sistemas planetarios jóvenes.

En este escenario, la supernova ocurre a una distancia segura, de aproximadamente tres años luz, suficiente para no destruir el disco protoplanetario, pero lo bastante cercana para envolverlo en una intensa marea de rayos cósmicos energéticos.

Una supernova cercana bañó el disco solar naciente con material radiactivo y radiación energética, generando nuevos elementos directamente dentro del sistema en formación. Crédito: Sawada, R.

Estas partículas, atrapadas en la onda de choque de la explosión estelar, bombardearon el disco durante un periodo breve pero crucial, desencadenando reacciones nucleares directamente en su interior y alterando su composición química original.

Los radionúclidos son elementos radiactivos efímeros del sistema solar temprano cuyo calor dejó huellas, aunque hoy ya no existan.

Los modelos computacionales muestran que este proceso reproduce con notable precisión las abundancias de radionúclidos medidas en meteoritos reales, resolviendo por fin un rompecabezas científico que había permanecido abierto durante décadas.

Un universo, infinitas posibilidades

Este mecanismo tiene implicaciones profundas, ya que el aluminio-26 regula cuánta agua conservan los planetas rocosos, determinando si terminan siendo mundos secos y habitables o planetas océano sin continentes emergidos, como aquel que se muestra en la película Interestelar.

Con esto en mente, podemos extrapolar pensando que la inmersión cósmica es un fenómeno común en cúmulos estelares, con lo que muchos planetas habrán perdido su exceso de agua en etapas tempranas, desarrollando superficies sólidas donde pueden darse ciclos geológicos complejos y estables.

Y es justamente lo que hacen los autores del estudio al estimar que entre el diez y el cincuenta por ciento de las estrellas similares al Sol podrían haber experimentado una supernova cercana durante su formación en entornos estelares densos.

Así, la Tierra dejaría de ser una rareza cósmica para convertirse en el resultado natural de procesos físicos frecuentes, donde estrellas moribundas siembran el calor necesario para que mundos firmes y habitables puedan existir y por qué no, también esa, tan buscada, vida fuera de nuestro planeta.

Referencia de la noticia:

Cosmic-ray bath in a past supernova gives birth to Earth-like planets. Ryo Sawada, Hiroyuki Kurokawa, Yudai Suwa, Tetsuo Taki , Shiu-Hang Lee, and Ataru Tanikawa. Science Advances 10 Dec 2025 Vol 11.