En la víspera del Sábado de Gloria, el Gobierno de la CDMX llama a evitar desperdicio de agua
En plena temporada de estiaje, la CDMX hace un llamado a celebrar con responsabilidad el Sábado de Gloria, cuidando el agua sin dejar atrás nuestras tradiciones. Cada gota cuenta.

Cada Semana Santa, miles de familias en la Ciudad de México esperan con emoción el Sábado de Gloria, una fecha que históricamente ha estado ligada a la alegría y el juego con agua. Cubetazos, globos, mangueras: todo se vale cuando se trata de refrescarse en medio del calor de abril.
Pero hoy, el contexto ha cambiado. El agua ya no abunda como antes. Las presas que abastecen al Valle de México enfrentan niveles críticamente bajos, y la sequía afecta a buena parte del territorio nacional.
En este escenario, las tradiciones que antes eran sinónimo de diversión ahora representan un riesgo para el abastecimiento de millones. Lo que ayer era juego, hoy puede ser irresponsabilidad.
Por eso, el Gobierno de la Ciudad de México ha lanzado un llamado contundente: evitar cualquier desperdicio de agua este Sábado de Gloria. No solo por norma, sino por ética y solidaridad.

De ritos y cubetazos
Mojarse el Sábado de Gloria no es solo un juego: sus raíces se hunden en la tradición religiosa católica, parte de una costumbre popular que marcaba el fin de la Cuaresma y celebraba la purificación espiritual. Desde tiempos antiguos, el agua simbolizaba renovación, alegría, limpieza del alma y esperanza.
Con el tiempo, esta práctica evolucionó hasta convertirse en una explosión callejera de juegos acuáticos. Globos, mangueras y cubetazos comenzaron a aparecer como parte del folclore popular, especialmente en zonas urbanas donde el calor de abril invita a refrescarse. Hoy, se ha transformado en una actividad masiva que consume miles de litros de agua en un solo día.
Lejos de negar o rechazar esta tradición, hoy se nos plantea un nuevo reto: ¿cómo podemos conservar el espíritu del Sábado de Gloria sin afectar a los demás? La respuesta está en adaptar; en crear nuevas formas de celebrar con conciencia y empatía.

Una crisis que ya nos alcanzó
El Valle de México enfrenta una de las temporadas más complicadas en cuanto al abasto de agua. Al 16 de abril de 2025, el Sistema Cutzamala —que abastece a más de 8 millones de personas— registraba cerca del 54 % de su capacidad. Abril y mayo son históricamente los meses de mayor escasez, pues las extracciones se mantienen mientras las lluvias aún no llegan. La tendencia en esta temporada es a la baja.
Además del Cutzamala, la Ciudad de México se abastece de manantiales y pozos profundos, siendo estos últimos la principal fuente de agua, con aproximadamente el 67 % del suministro total. Sin embargo, la sobreexplotación de los acuíferos ha reducido drásticamente sus niveles, poniendo en riesgo su sostenibilidad y amenazando con agotar uno de los pilares más importantes del abasto en la capital.
La situación ha llevado a implementar esquemas de tandeo en al menos 284 colonias de la CDMX. Muchas ya enfrentan cortes programados o baja presión, especialmente en alcaldías como Iztapalapa, Tláhuac o Álvaro Obregón. Esto no es una predicción a futuro: ya está ocurriendo. Cada litro cuenta, y desperdiciarlo puede significar dejar a alguien sin acceso al agua en los próximos días.

El llamado del Gobierno de la CDMX
Ante esta situación, el Gobierno de la Ciudad de México emitió una tarjeta informativa oficial el 16 de abril en la que recuerda a la población que el desperdicio de agua está prohibido por la Ley de Cultura Cívica.
Las multas por derroche en vía pública pueden alcanzar hasta $4,500 pesos, o implicar arrestos de hasta 36 horas. Además, se desplegarán operativos especiales por parte de la Secretaría de Seguridad Ciudadana para supervisar el cumplimiento de esta disposición.
Las tradiciones evolucionan. Hoy, el verdadero sentido del Sábado de Gloria puede mantenerse sin desperdiciar agua: celebrando la vida, reflexionando en comunidad, y reconociendo que cuidar el agua es cuidar el futuro. Porque no hay contradicción entre nuestras raíces y nuestra conciencia: ambas pueden —y deben— ir de la mano.