Evaluación crítica: ¿el Acuerdo de París realmente ha impactado las emisiones globales?

Desde la histórica firma del Acuerdo de París en 2015, las miradas de todo el mundo se han centrado en una visión común: revertir la tendencia de las emisiones de CO2 y luchar contra el cambio climático. Sin embargo, la evaluación global revela tendencias preocupantes.

Les émissions mondiales de CO2 ont atteint des sommets alarmants en 2022, totalisant 38,2 GtCO2.
Las emisiones mundiales de CO2 alcanzaron máximos alarmantes en 2022, con un total de 38.2 Gt CO2.

Los datos más recientes de 2022 revelan que las emisiones globales de CO2 han vuelto a alcanzar un récord de 38.2 Gt CO2, con un aumento del 7.2 % desde 2015. Esta cifra hace encender las luces de alerta climática. Estas emisiones, alimentadas principalmente por combustibles fósiles, ilustran una realidad que aún escapa al alcance del Acuerdo de París.

Los combustibles fósiles en el punto de mira

El 88% de las emisiones provienen de combustibles fósiles que siguen creciendo en el panorama energético mundial. Vemos un aumento del 4 % para el petróleo, del 8 % para el gas y un aumento alarmante del 16.5 % para el carbón, lo que constituye una gran preocupación.

Por tanto, el consumo mundial de combustibles fósiles ha aumentado constantemente desde 2015. Estas tendencias ponen de relieve el colosal desafío de desviar la trayectoria actual hacia fuentes de energía limpias y sostenibles.

El análisis sectorial revela una distribución irregular de las emisiones de CO2. La producción de electricidad sigue siendo la principal fuente de emisiones, con un 39 %, seguida de cerca por la industria y la construcción con un 23 % y el sector del transporte con un 20 %. Estas cifras subrayan el hecho de que es más que urgente tomar medidas específicas en cada sector para alcanzar los ambiciosos objetivos establecidos por el Acuerdo de París.

Cuando examinamos la dinámica territorial, emerge un patrón complejo: China está a la cabeza de los emisores globales, seguida por Estados Unidos, luego la Unión Europea y la India. Esta información destaca que la responsabilidad por el cambio climático es compartida pero diferenciada entre las Partes.

Profundas desigualdades

Más allá de estas cifras brutas, las emisiones de CO2 también reflejan profundas desigualdades entre países. Los países de la OCDE muestran una reducción del 6.5 % en las emisiones per cápita (8.17 GtCO2/cápita), mientras que los países no miembros de la OCDE ven un aumento del 15%, o emisiones per cápita estimadas en 3.45 GtCO2; El 70% del crecimiento de las emisiones globales desde 2000 se concentra en China.

El 10 % más rico es responsable del 50% de las emisiones globales, mientras que el 10 % más pobre emite sólo el 0.2 % de los GEI (Gases de Efecto Invernadero) a la atmósfera.

Las desigualdades persisten: el 84% de las emisiones provienen del G20.

Compromiso político

Todas estas cifras demuestran que es necesario redoblar los esfuerzos para respetar el Acuerdo de París. Es imperativo que se adopten medidas concretas para transformar los compromisos en acciones concretas y forjar un futuro sostenible y equitativo para las generaciones futuras.

Les engagements politiques sont nécessaires pour avancer vers une diminution des Gaz à Effet de Serre.
Son necesarios compromisos políticos para avanzar hacia una reducción de los Gases de Efecto Invernadero.

La COP28 representa una oportunidad crítica para catalizar la acción global para mitigar y adaptarse al cambio climático, redefinir prioridades y fortalecer la cooperación internacional. Todas las partes interesadas deberían trabajar juntas para fortalecer los compromisos nacionales, mejorar el mecanismo de seguimiento y acelerar la implementación de las iniciativas existentes.

Los debates también deberían tomar en serio la cuestión de la justicia climática, garantizando que los países menos responsables de las emisiones pasadas, que lamentablemente son los más afectados, se fortalezcan en términos de resiliencia y adaptación. Para ello, en los debates deben surgir la transferencia de tecnología, las cuestiones de la financiación climática y los fondos para pérdidas y daños.

Participación de organizaciones no estatales

Si bien los gobiernos desempeñan un papel clave en la formulación de políticas climáticas, las entidades no estatales, en particular las corporaciones (monopolios y grandes industrias) son responsables de las bombas climáticas, deben reconocer la necesidad de actuar de manera proactiva para mitigar los impactos del cambio climático.

Las empresas deberían fortalecer sus ambiciones de reducir significativamente las emisiones de gases de efecto invernadero y sus compromisos para lograr la neutralidad de carbono, reduciendo significativamente sus emisiones directas e invirtiendo en proyectos de compensación. Las empresas también deben priorizar el uso de energías limpias y renovables.

Además, la educación y la conciencia pública sobre las cuestiones climáticas son esenciales para reducir significativamente su huella de carbono. Se deben promover y financiar proyectos específicos de mitigación, como la reforestación, la preservación de los ecosistemas y las prácticas agrícolas sostenibles.

Desinvertir en combustibles fósiles


Desinvertir en las industrias de combustibles fósiles es de suma importancia: esta estrategia implica retirar la inversión financiera de industrias vinculadas a los combustibles fósiles, como el carbón, el petróleo y el gas natural. Al retirar la inversión de estas industrias, estamos enviando una fuerte señal sobre la necesidad de hacer la transición a fuentes de energía renovables.

Al desinvertir en combustibles fósiles, liberamos recursos financieros que pueden reasignarse hacia inversiones más responsables y sostenibles. Esto fomenta el desarrollo y la expansión de tecnologías limpias, apoyando así una transición hacia una economía más respetuosa con el medio ambiente.

Las inversiones en combustibles fósiles enfrentan cada vez más riesgos financieros derivados de regulaciones ambientales cada vez más estrictas y preocupaciones crecientes sobre la contaminación ambiental. La desinversión ayuda a minimizar estos riesgos ajustando la cartera financiera.

La desinversión está alineada con los objetivos del Acuerdo de París, al contribuir a la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero y promover la economía baja en carbono.

En resumen, la emergencia climática exige una acción concertada. Los Estados, las entidades no estatales, cada individuo debe redoblar sus esfuerzos para transformar los compromisos en acciones tangibles. El Acuerdo de París sentó las bases, pero es en la COP28 donde el mundo debe demostrar que está preparado para pasar de las promesas a resultados concretos para garantizar un futuro sostenible.